El banco de ideas

 

Que trata de la oportunidad que quiso dar el ingenioso ingeniero don Quijote de la-dos-punto-cero a muchos desdichados ingenieros galeotes.

En una empresa con caspa, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que trabajaba un ingeniero de los de twitter en móvil, blog antiguo, sueldo flaco y jefe trepador. Encargáronle a este jefe trepador el cambio cultural de la empresa y siendo tal su aborrecimiento al trabajo, presto delegó en nuestro ingeniero tan fatigosa labor.

Diole, valga la redundancia, al ingenioso ingeniero, en aplicar los conceptos de la Dos-punto-cero a la vetusta empresa. Estaba tan enfrascado en la lectura de blogs y wikis, que se pasaba las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en la Red, así de transparencia y colaboración como de horizontalidad, y diole por aplicarlo.

Como en toda empresa de estos tiempos los directores habían a su mando ingenieros de distintos grados: palanganeros, escuderos, bufones y galeotes. Estos últimos eran los más desfavorecidos por la fortuna ya que se pasaban las horas tecleando sin piedad en los laboratorios, lugares tenebrosos donde nunca entraba la luz del sol. Quiso nuestro ingeniero desfacer este entuerto y mejorar la fortuna de los galeotes. Púsoles un Banco de ideas, para que cualquier ingeniero, cuale fuese de su condición, pudiera proponer ideas y darlas a conocer al mundo mostrando su ingenio y conocimiento. Esta justa sería ganada en buena lid por el que obtuviera más votos a su favor. Diole por creer a Don Quijote de la dos-punto-cero que los directores no se interpondrían a esta hazaña y que afloraría la creatividad desde las mazmorras.

Pero la empresa estaba llena de directores malandrines dispuestos a impedir tan grande proeza. Ocurrió que cuando estos tuvieron conocimiento del banco de ideas, dijéronle a sus palanganeros: “propónganse tropecientas ideas y las que obtengan mi favor sean votadas por toda la dirección”. A su vez, la picaresca quitole la última brizna de transparencia a tan redentora intención y presto corrieron los e-mails de los autores de las ideas implorando el voto entre amigos y ex-compañeros so pena de enemistad.

De nada sirvieron los esfuerzos de directores malandrines ni las argucias de los pícaros autores, llegado el momento de la selección el director ducal la resolvió de un plumazo eligiendo arbitrariamente las ideas que se le antojaron, casualmente todas ellas de los directores que gozaban de su favor. Pero no quedó ahí la afrenta, los finalistas tuvieron que prepresentar sus ideas a sabiendas de que los nombres de los ganadores estaban elegidos de antemano.

Después de tan grande farsa los galeotes perdieron toda esperanza de salir de la oscuridad de su destino. Sin embargo, el director ducal envió mensajeros que anunciaron por la faz de la tierra tan transparente y democrático proceso de selección de ideas, ganó fama de innovador, fue ensalzado por su majestad (no confundir con S.M.) e imitado en toda la corte. Nuestro ingenioso ingeniero no desfalleció en este primer combate y prosiguió ideando nuevas hazañas para gloria de la caballería dos-punto-cero.

Lula

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