El petimetre tecnológico

Ayer congelé a un petimetre después de repetir mil veces el mantra “hijo de puta” para expulsar el veneno de la ira de mi alma.

nerdEl petimetre de los salones dieciochescos con su pompa, sus rizos y toda su huera humanidad ha derivado en el siglo XXI hacia el intelectualoide en la rama de las letras y al petimetre tecnológico en la rama de las ciencias. Este último ha trocado los salones literarios por los ambientes corporativos de las grandes empresas, muy dados a la literatura de ciencia-ficción.

El petimetre enfoca todos sus esfuerzos en pavonearse ante los demás, luciendo un brillante plumaje de irisados brillos tecnológicos. Agita las plumas de su cola como si fueran un gigantesco mapa tecnológico para disimular sus pies de barro en la praxis de la profesión.

Salvo la lujuria(1) y la ira que le son negadas por falta de vigor, el resto de los pecados capitales campean a sus anchas en su macilenta alma.

La soberbia es su única compañera, la que no le abandona en ningún momento y en la que basa su marca propia (que me perdone Andrés por usar el término para un caso tan negativo). Tiene que demostrar que es más listo, leído e ingenioso que nadie y allí la humildad no tiene cabida.

La avaricia la practica mediante el download. Atesora sus fuentes de conocimiento bajo secreto de sumario. El petimetre nunca tendría un blog ni herramienta alguna para compartir, a lo sumo un Twitter para amplificar sus publicaciones a lo largo y lo ancho de las revistas corporativas en las que repite como un lorito lo que lee en los medios anglosajones. Ha evolucionado del afrancesamiento a la anglofilia.

Su gula es como la gula del norte, más falsa que las pesetas de madera, pero la practica por aquello de la imagen. Más que comer, busca comer con gente importante para luego ir pavoneándose.

La envidia hacia los que han hecho algo productivo en su vida profesional le corroe. Para desahogar este sentimiento se venga de los pobres sujetos envidiados aplicándoles la técnica del ventilador(2) en presencia de los jerarcas para que surta un efecto más contundente.

Su Pereza explica su comportamiento. Huye de la praxis y se echa en brazos de la teoría que cansa menos. Su cintura para esquivar el trabajo es de una técnica muy depurada y el arte de colocar los marrones a terceros es proverbial.

Es una mente insana en un cuerpo insano, demasiado hasta para el satírico Juvenal.

 

Lula

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(1) Se ajusta a la teoría de que “el que no folla, jode”
(2) La técnica del ventilador consiste en poner una mierda delante de un ventilador, orientarlo hacia la víctima y encenderlo. Es muy usada por los políticos independientemente de su ideología.