Intimidades

Distingue el gran psiquiatra Carlos Castilla del Pino tres facetas de la vida personal: lo publico, lo privado y lo íntimo. Es este último el que va a dar contenido y poner apellido a una forma de recoger en el papel aquellos aspectos más reservados de la vida cotidiana de muchos representantes de la fauna humana: el Diario íntimo.

Pero esta forma de expresión literaria -que recoge reflexiones, sentimientos, recuerdos, inquietudes y preocupaciones existenciales- encierra una gran contradicción ya que lo que en principio parecía destinado a situarse permanentemente en lo íntimo trasciende, con el tiempo, al primer nivel, lo público, cuando el autor decide ponerlo a disposición de los lectores.

Uno de los autores vanguardistas más interesantes del siglo XX, el polaco Witold Grombrowicz (1904-1969), exiliado durante veinticuatro años en Argentina, tras la ocupación de Polonia por la Alemania nazi, y autor de un famoso Diario 1953-1969 ( Seix y Barral, 2005), se refería con estas irónicas palabras a ese contrasentido de escribir “intimidades” para luego ofrecerlas al dominio público:

Para quién escribo? Si escribo para mí ¿Por qué va a la imprenta? Y si es para el lector ¿por qué finjo dialogar conmigo mismo?

La mayoría de los Diarios íntimos que han sobrevivido al paso de los años son obra de representantes de nuestra fauna humana que afortunadamente para nosotros no dudaron en dar a la imprenta y al lector, la suma de sus reflexiones, sentimientos y recuerdos.

Cómo no recordar el Diario Íntimo de Henri-Frederic Amiel (Ginebra 1821-1881) y el magnífico estudio que sobre la personalidad tímida del profesor ginebrino escribiera Gregorio Marañón.

O los escritos por pensadores como Wolfgang Goethe -Diarios (1775-1832), el Diario de un seductor del existencialista Sören Kierkegaard o el que nuestro Miguel de Unamuno escribiese en su retiro de Alcalá de Henares, durante los meses de abril y mayo de 1897.

Aquellos Diarios de científicos como el Diario de las investigaciones (1839) de Charles Robert Darwin o el Diario del físico Michael Faraday (1791-1867).

Los debidos a la pluma de famosos literatos como el Diario de un escritor de Dotoievski, el Diario de Stendhal, el Diario Íntimo de Franz Kafka o el Diario Íntimo (1851-1895) de los hermanos Edmond y Jules Goncourt, iniciado por ambos y finalizado por Edmond, veinticinco años después de la muerte de Jules Goncourt en 1870.

O en un contexto más frívolo el Diario con el que James Boswell escandalizó a la Inglaterra de su tiempo o aquel que recogía las "proezas eróticas" del célebre aventurero italiano Casanova.

Cuando todo daba a entender que el Diario íntimo estaba en trance de desaparecer absorbido por la tecnología de los nuevos espacios digitales, sorprende gratamente que desde ámbitos como el de la Universidad se pretenda dar nuevo impulso a esta forma de expresión literaria.

A ello fue dirigida la iniciativa de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander cuando el pasado verano organizó el Seminario: Escribir a solas. El diario íntimo en el siglo XXI.

Un curso que se marcaba como objetivo "generar una reflexión sobre la naturaleza del diario personal (...) e incitar a integrar la escritura diarística en el horizonte cultural y profesional de la sociedad"

 

 

Miguel Arribas

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