Amor de lejos… amor de pen-sárselo (III)

(prometo que LA SIGUIENTE es la última!!!)

Dejé de beber y de tomar drogas del mismo modo en que empecé a hacerlo, sola, de golpe y sin decirle nada a nadie; reconocí mi problema, busqué ayuda psicológica, empecé a salir de la depresión de caballo en la que me había metido, me volqué en el trabajo y en mi familia y traté de empezar una nueva vida. Nunca volví a mencionar a Alberto, nunca nadie supo lo que había pasado y es más, todos pensaron que mi estado de ánimo era por la ruptura con Eduardo y yo dejé que todos lo creyeran así, porque me pareció una barbaridad que supieran que yo me había desquiciado por una historia de amor de hacía más de diez años. A Eduardo le vi algunas veces, porque cuando dejé mis malas costumbres se lo hice saber, hablé con él, le pedí perdón y le conté la verdad porque no quería que él pensara que yo estaba loca, quería que supiera por qué había empezado a comportarme como lo hice, y poco tiempo después empezamos a vernos de vez en cuando, e incluso hubo un intento de reconciliación entre nosotros, pero Eduardo no se fiaba del todo de mí y se tomó las cosas con demasiada calma, y yo necesitaba desesperadamente tener a alguien a quien querer y que me quisiera.

Y en ese medio tiempo en que Eduardo y yo estábamos que si o que no, más bien durante una racha que él se despegó de mí durante varias semanas sin dar señales de vida, fue cuando conocí a Pepe, con el que tenía amigos comunes, que sabía que había roto una relación hacía poco y que digamos aprovechó la situación para volcarse en mí y yo empecé a creer que podría quererme como yo necesitaba y que seguramente el roce hace el cariño y que yo podría enamorarme de él y todo eso, y el resto de lo de Pepe y Eduardo eso sí que ya lo saben.

A pesar de todo, Alberto supo mi dirección hotmail por los reenvíos de su madre y su hermana, porque ya se había extendido el uso de Internet y los chats, y en otra ocasión que su hermana me había llamado por teléfono a la casa de mi madre, nos intercambiamos las direcciones, y luego ella me pasó la de su madre, y entonces solíamos enviarnos fotos y las primeras cositas divertidas que empezaron a rular por ahí. Nunca me escribió un mail, pero sí me agregó al chat y le acepté la invitación para tenerle de algún modo, aunque fuera ahí entre los demás contactos, pero sobre la marcha le quité la admisión, y a pesar de que alguna vez lo vi conectado, nunca le volví a aceptar ni a intentar chatear, y aunque con su madre y su hermana me he seguido reenviando coñadas y calendarios de bomberos y algún mail personal cortito y cosas de esas, nunca lo volví a mencionar ni ellas a mí tampoco y no volví a saber más de él ni a querer saber más de él…

Hasta el 24 de febrero de este año, aún oliendo al humo de mis naves recién quemadas, relajada que no veas tras una semana de yoga y todo eso y a escasos días de haber estrenado mi nueva situación de barbecho voluntario y todo lo que ya les conté, en que un día que estaba aburridilla en casa y me sentía como muy en paz conmigo misma y con ganas de buen rollito con el cosmos, le devolví la admisión en el chat al verlo online por primera vez en siglos y decidí mover ficha y le saludé como siempre hola canalla..., y casi al unísono recibí un hola maja... dera .

Oye, parecía que hubiéramos hablado el día antes por última vez, quiero decir, ninguno de los dos dijo algo como qué es de tu vida, o cuánto tiempo, ¿no?, pues no, a saco, me dijo que estaba tocando la guitarra delante del ordenador haciendo tiempo porque esperaba un mail y me preguntó qué estaba haciendo yo y le contesté que estaba leyendo la prensa, que los MIR se habían puesto en pie de guerra, qué gilipollez, y por ahí empezamos a hablar y lo dicho, lo más natural del mundo, como si el día antes hubiéramos estado de parrafada también, y entonces me dijo que le esperara un segundo que le había llegado el mail que era muy importante porque era de un abogado y entonces yo más en plan de coña que otra cosa le pregunté en qué líos se había metido para tener que estar con abogados, y me contestó en mayúsculas me estoy divorciando .

A mí me dio un mareo y me quedé helada, solo pude responder con un icono de carita de sorpresa y susto y entonces él me escribió un ja, ja, ja y que esperara un momento. Fue una eternidad, para qué engañaros, y cuando volvió a escribir empezó tan campante diciéndome que quería contactar conmigo desde el verano pasado pero que no se atrevía a llamarme ni a enviar un mail ni nada, que desde antes de Navidad está enviando señales para que fuera yo quien le buscara, y que desde Mayo del año pasado está separado, que ya aprendió la lección acerca de las relaciones, que ya nos valió(1) y que o voy yo o viene él a España a buscarme y si hace falta a secuestrarme.

Dijo que ya no va a permitir que nadie sufra más por su culpa y que él mismo no quiere seguir sufriendo más, que sabe que ha hecho mucho daño, no solo a mí, y que eso se ha acabado, que reconoce que ha pasado mucho tiempo, en nuestro caso media vida, pero que esté seguro de que podemos tener una oportunidad y que él quisiera aprovecharla ahora antes de que sea demasiado tarde, y que por fin ha reconocido cuál es su opción en la vida. Yo estaba temblando y entre los nervios y este humor que me gasto, le pregunté si su única opción era salir del armario o hacerse cura, a lo que me respondió que por lo que veía yo sigo igual que siempre; me dijo eres una cabrona sin sentimientos, te estoy diciendo que te reconozco que tú siempre has sido mi única opción y me preguntas si me voy a hacer gay o cura?

Si no llego a estar sentada, se me caen los pantalones al suelo del susto, y leyendo todo lo que escribió a continuación, lo que yo lloré ese día solo lo sabe el teclado de mi ordenador, porque por poco lo encharco y me lo cargo. Tuve un pronto de los míos y de repente, sobre la marcha, le volví a quitar la admisión, cortando nuestra conversación, no podía ser que tantos años después aquello me siguiera afectando de esa manera, y me quedé ahí idiotizada, viendo como él seguía online y además escribía maja, perdóname junto a su nombre para que por narices apareciera en mi propio menú en el chat.

Esa misma noche les escribí un mail a su madre y otro a su hermana y con sus respuestas, además de enterarme de que Alberto siempre les ha seguido preguntando a ellas por mí y que según su madre ella siempre supo que él seguía enamorado de mí, he despejado todas las dudas que pudiera tener acerca de si mi vida es o no un puñetero culebrón: la casa en la que vivía Alberto cuando su padre murió era de su padre y su madre, pero como al divorciarse ella se había ido de la ciudad, quien se quedó viviendo allí fue el padre de Alberto, con él, y por último estaban también la nueva esposa y la hija que ellos tuvieron un año antes de morir él.

Cuando pasó el funeral y todo eso, Alberto se fue efectivamente de allí y la viuda del padre jamás le entregó ninguna de las cartas que yo le escribía, entre ellas aquella en la que le decía que yo iba para allá, y aunque él si tenía mi dirección y mi teléfono, anduvo mudándose cada dos por tres durante unos años, y como prácticamente vivía en la Facultad de Medicina y en un hospital donde tenía las prácticas y todo eso, dejó pasar tanto tiempo que cuando se dio cuenta le dio pánico escribir o llamar y me dio por perdida y se dio por vencido. Además, durante todos esos años él se tuvo que buscar la vida para poder seguir pagando su carrera, seguir yendo a la Universidad y por otro lado hacerse cargo de un montón de líos legales por la muerte del padre, por la famosa casa, que ahora supuestamente volvía a ser de su madre, pero en ella vivían la otra esposa con la hermanita recién nacida, a quien la ley amparaba.

Por su hermana supe que cuando ella le dijo que yo vivía con Eduardo, él se puso serio con una chica con la que llevaba saliendo unos meses, le regaló un anillo de compromiso y le propuso casarse y antes de la fecha de la boda ya estaban esperando al niño, y poco tiempo después vino la niña y en un par de años la convivencia era un desastre y él se volcó las veinticuatro horas del día en el quirófano y en su consulta, hasta que hace un año y medio no pudo más lo mandó todo a freír puñetas y cogió su guitarra y su portátil y regresó a la jodía casa de su padre, ahora sí ya vacía porque entre él, la hermana y la madre habían reunido una pasta para ofrecérsela a la otra mujer para que se fuera por fin ‘amos, divinos de la muerte los dos…

Rebecuqui

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(1)ya nos valió”: se acabó seguir así