Amor de lejos… amor de pen-sárselo (IV)

(Esta ya es la última entrega, lo prometo)


Tardé algunos días en reaccionar, a mí me había costado mucho superar todo aquello, o por lo menos intentarlo, porque está claro que superado no estaba; muchas horas de psicóloga, yoga, lágrimas y cuatro años de estar peleada con el mundo por hacer que las cosas fueran como son. Cuatro años de acordarme a diario de la madre del Destino, si es que existe, porque mira que se ha portado canalla conmigo, si es que es Destino. Pero como en el fondo soy una jodida sentimental, una jodida romántica y supongo que también una jodida masoquista, un par de semanas después volví a admitir a Alberto en el chat.

A partir de ese momento y durante estos meses chateadas que te pego a las tantas de la noche (puñetera diferencia horaria), serenatas por teléfono, chistes macabros de cosecha de ambos continentes, carcajadas a las cinco de la mañana y un ir y venir de correos poniéndonos al día y con fotos que él me manda porque no tuve más remedio que confesar que no conservo nada suyo. Las primeras semanas yo le estuve tanteando, iba más cauta que un GEO y a todo lo que él decía yo luego le daba ochocientas vueltas en la cabeza, porque yo ya no estoy para tonterías ni para cuentos chinos, y como se pasara dos días o tres sin conectarse o sin llamarme es que luego adrede yo le tenía igual durante otros dos días, y luego el pobre lo mismo había estado todo ese tiempo metido en un quirófano y recuperando sueño…

Una ebullición de sensaciones y emociones que hacen que diecisiete años después (que se dice pronto) parezca que apenas fue el año pasado que nos pegamos el lotazo padre en el baño de su hermana para escaparnos después durante toda una semana en plan el lago azul .

Y desde el primer momento él me decía que teníamos que vernos este mismo año, a como diera lugar, y a partir de ese momento empezamos a planificarlo casi sin querer, y la idea es que este verano nos comemos un gallo(1) y que salga el sol por Antequera, lo que quiere decir que el mismo día que empiezo mi quincena de vacaciones de agosto yo me trepo a un avión a reencontrarme con Alberto, ya sea allí o en el Algarve portugués, que nos pilla un poco a medio camino, porque también tenemos el Triángulo de las Bermudas, pero me da así como un poco de mal rollo, pero ya para junio lo decidimos porque a él se le complicaron las cosas para tener vacaciones en la misma quincena que yo, y como tampoco tiene un horario definido y vive cerca del hospital en el que trabaja, pues finalmente la que se va para allá soy yo.

A todas estas y para cuadrar el círculo, por ahí por marzo mi jefe había decidido que este año las vacaciones las empezábamos el 13 de agosto, rarísimo, ni el 1 ni el 15, no, el 13, y como Alberto y yo habíamos hablado de pasar dos semanas juntos pues luego empecé a intentar racanear fechas y horas de sueño, y cuando por fin conseguí y compré el billete a principios de julio se me pusieron los pelos de punta al darme cuenta de que llegaré allí el mismo día que se cumplen diecisiete años del día que nos conocimos.

Eso sí, he contado la historia (sin los detalles siniestros) a mis amigos más allegados y es que tengo opiniones para todos los gustos, entre ellas la de uno que me dijo que este lo que quiere es enredarme para conseguir los papeles y quedarse en España. Otro amigo me dice que como no ha habido tema que por eso nos tenemos idealizados y que probablemente en cuanto nos veamos de nuevo lo que surgirá será un calentón y ya está, y otra amiga dice que seguramente lo que nos pase será que nos demos cuenta de que lo que hay es buen rollito, mucho feeling y poco más. También los hay que apoyan y que desean que haya continuidad, a ver, no todo van a ser agonías.

Pero como les conté en un post anterior, yo me propuse a principios de año quitarme de encima todas las espadas de Damocles de mi vida, arrancarme todas las espinas que tuviera o tuviese y quemar todas las naves que me sean posibles, y espero que el que me dijo lo de que Alberto quiere los papeles para establecerse en España, no tenga razón cuando también me dijo que si seguía yendo para atrás iba a terminar exorcizando al novio que tuve cuando iba a catequesis, aunque claro, este amigo es un ex noviete mío de un veranito de hace siglos que nos costó años tener la amistad que tenemos hoy día y también puede caber la posibilidad de que quiera que lo exorcice a él. No sé si Alberto y yo tenemos todas las papeletas para volver a enamorarnos o si será la definitiva para quitarnos la duda mutuamente, solo podremos saberlo cuando nos tengamos cara a cara.

Así que en unas semanas les cuento qué fue!!!!

Rebecuqui

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(1) “comerse un gallo”: resolver un asunto pendiente.