El cajero prodigioso

Desde luego, ¡hay qué ver cuanto hemos perdido con los Euros! Y no me refiero a lo que decimos todos los que hacemos la compra en éste país "¡este dinero no cunde!" sino al billete en sí, llegan en un estado tan lamentable a mis manos que siento deseos de plastificarlos. Nada que ver con aquellos billetes verdes de mi infancia que merecían hasta canciones. Sin ir más lejos hace un año había unos azules preciosos, no tuve el placer de disponer de muchos pero eran una divinidad.

Esto me recuerda una anécdota de aquellos tiempos. Tengo dos cuentas corrientes una de ahorro y otra de gasto y frecuentemente saco dinero de la primera y lo ingreso en la otra (malo), las dos sucursales bancarias están cerca así que voy a una y retiro el dinero, voy a la otra y lo ingreso.

Un día fui a primera hora y le pedí al cajero 200.000 pesetas, el cogió 20 billetes de 10.000 nuevecitos de una caja metálica, los puso en la máquina cuenta billetes y me los dio. Yo doblé los billetes por la mitad, los metí en mi bolso y salí corriendo hasta la otra sucursal en donde hay uno de esos cajeros automáticos que cuentan los billetes y hacen el ingreso en el momento.

Puse 18 billetes en el cajetín de entrada de la máquina y ¡cual no sería mi sorpresa! al observar que en el cajetín de billetes defectuosos aparecían dos décimos de lotería, mi primer pensamiento fue que el banco premiaba así mi ingreso pero ¡oh desolacion! el cajero me informa por pantalla de que ha contado 16 billetes, cancelé la operación y heme aquí con 16 billetes y dos décimos de lotería caducados ... además no sentía las piernas.

A duras penas conseguí entrar en la sucursal y explicarle al personal de ventanilla lo que había ocurrido, me miraron boquiabiertos y me rogaron que esperara un momento a que hicieran el balance del cajero.

Mientras esperaba tuve un momento de lucidez y observé que los décimos estaban doblados luego ... ¡me los habian dado entre los billetes!.

Salí disparada hacia la otra sucursal donde me recibieron con alborozo pues al verme entrar sofocada y con los décimos en la mano pensaron que me había tocado la lotería.

Al final todo se aclaró, resulta que el personal de la oficina jugaba un décimo de lotería a la semana y lo guardaba en la caja de los billetes de 10.000 (ya decía yo que eran divinos), así que recogieron sus décimos y me dieron mis billetes.

Cuando volví el cajero automático seguía haciendo balance y tuve que hacer el ingreso por ventanilla.

Mabeco

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