La casa del soltero

La casa donde veraneo desde 1992 es una tradicional casa de pescadores de una sola planta con su patio interior. En el pueblo la llaman la casa del soltero porque se construyó cuando el dueño no tenía novia y cuando se terminó seguía sin encontrar la mujer adecuada para compartirla; por ese motivo el soltero vio que se había adelantado a los acontecimientos y que era mejor deshacerse de ella. No sé si porque faltó desde el principio una mano femenina o porque el soltero dejo vía libre al albañil, la distribución de las habitaciones no obedece a ninguna lógica, aunque está sabiamente orientada para que siempre esté fresquita y la poca brisa que haya se distribuya por todos lados sin que ninguna pared obstaculice su paso.

La fachada, como es tradicional en este tipo de viviendas, está alicatada como si fuera un cuarto de baño, alineándose en calles sorprendentes. De un tiempo a esta parte esta costumbre del azulejo exterior se está perdiendo, dando paso a fachadas vistas y pintadas de varios colores como blanco, garbanzo, salmón, ocres claros y alguna de color mostaza -por utilizar un eufemismo antes que un término escatológico- pero todas tienen su zócalo de ladrillo visto adornado de alguna cenefa de cerámica que generalmente también ribetea las ventanas. Aunque la localidad es muy pequeña (1) y tiene la denominación de barriada, los lugareños la tienen dividida a su vez por barrios, siendo el mío el de la iglesia, que por estar en un extremo del pueblo se considera periferia. En parte deben tener razón ya que las casas de mi calle siguen alicatadas en su gran mayoría y las infraestructuras dejan mucho que desear (2), así que podríamos decir con propiedad que vivimos en un suburbio de una barriada, pero con el lujo asiático de estar al borde de las marismas del Guadiana(3) . Además, la casa está adosada a dos viviendas que paso a describir.

A la derecha se encuentra la casa del cancerbero, por el perro -suponemos que guardián- que tienen en un patio de reducidas dimensiones y al que no sacan nunca de su cubículo, dándole para que se entretenga bolsas de plástico que desmenuza y cuyos cachitos el viento esparce, depositándolos en el patio de la casa del soltero. El perro está en un constante estado de alarma, de modo que cuando subes a tender a la azotea y entras en su espacio visual, se lanza a ladrar como si le fuera la vida en ello. Hay dos momentos en el día en los que podemos compensar los sustos que nos ha dado el cancerbero: cuando sacamos y recogemos el toldo del patio, ya que se produce el habitual chirrido de las poleas que le molesta muchísimo y se pone a ladrar como un poseso.

La casa de la izquierda, de reciente construcción, es la más inquietante. Hace dos años enlucieron la fachada (luciéndose de paso), eligiendo como zócalo unos azulejos grises imitación a granito y una cenefa de cerámica gris con flores mortecinas que adorna el zócalo y las ventanas. La disposición es tal que en su conjunto da la impresión de ser un panteón más que una casa y para realzar más esta sensación está adornada con las flores más tristes que puedas imaginar, entre las que se encuentran unas campanillas gigantes que languidecen cuando se pone el sol y se arrastran moribundas por el suelo. Esta casa está habitada por un matrimonio joven con dos hijas pequeñas que deben arrastrar un pasado trágico que se deja traslucir en la disposición de la fachada. No puedo hablar del interior de la vivienda ya que nunca he entrado en ella y no tengo interés en hacerlo, a pesar de que la curiosidad es mi principal característica, pero en este caso mi intuición me dice que mejor no. No deja de sorprenderme que en un lugar de intensa luz, al borde del mar, con unos bellísimos atardeceres en la relajante marisma, pueda fructificar la tristeza de esa manera salvo que la pena negra acumulada desde sabe Dios cuando les incapacite para asimilar la belleza que les rodea. Después de dos años he superado la angustia que me produce ver la mortecina casa, no sé si debido a que las campañillas gigantes no sobrevivieron al invierno y a que las flores actuales, aunque tristes, ya no agonizan a mi vista.

Así pues, la casa del soltero representa el lado complementario de mi vida laboral. Lástima que el cancerbero y el panteón me recuerden continuamente la brevedad de la vida y no digamos de las vacaciones.

Lula

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(1) El pueblo no tiene más de 1000 habitantes, en su gran mayoría niños y se cruza andando de extremo a extremo en 5 minutos
(2) Las calles, muy al estilo rociero, continúan siendo de albero, sin asomo de asfalto, adoquín, pavimento o similar.
(3) Marismas que espero que Dios nos conserve ya que el Ayuntamiento es de poco fiar cuando hay empresas constructoras por medio