Cerdeña

Invitados por la rama familiar italiana tuvimos el privilegio de ver con nuestros propios ojos el paraíso terrenal en forma de isla en el mediterráneo. El viaje en avión no comenzó con muy bien pie ya que después de estar una hora sin despegar nos desalojaron al no poder subsanar la avería(1) , pero al final -aunque un poco tarde- llegamos a nuestro destino.

Para que os hagáis una idea, Cerdeña es como si a la sierra de Madrid con sus bloques de granito le pusiéramos el mar del Caribe(2) . Nunca he visto playas de arena tan blanca ni aguas más transparentes, con colores que van del azul turquesa al esmeralda pasando por todas las tonalidades de celadón. De hecho, la impresión inicial fue tan fuerte que a pesar de mis años me encontré corriendo alborozada en dirección al mar y lanzándome de cabeza en el agua. Mientras nadaba, me cruzaba con bañistas que buceaban para observar los peces de colores. A poca distancia del agua había unos islotes sobre los que descansaban los cormoranes ente pesca y pesca. Tras el chapuzón, y una vez repuesta de la emoción, me puse a observar el paisaje desde la playa y sólo pude vislumbrar naturaleza en forma de arbustos y pequeñas lomas, ni rastro de hormigón ni ladrillos. Vamos, ¡igual que Benidorm!!

Desde el apartamento familiar se accedía a Cannigione, el pueblo más cercano, por una carretera que discurría entre villas con frondosos jardines. Frente al puerto deportivo se encontraba una casona reconvertida en bar de copas llamada Coco Loco, de la que siempre salía música caribeña y en la que tenían costumbre de ponerte tapas con las copas. Además, la terraza del bar era muy agradable y estaba decorada para sentirte a gusto. Ni que decir tiene que lo visitamos todos los días de nuestra estancia y que llevo en mi cartera una tarjeta del local como quien lleva una estampa de la Virgen.

Es costumbre realizar excursiones marítimas por las islas e islotes de la zona. Lo ideal es que te invite Berlusconi(3) a su yate, o bien tener yate propio o alquilarlo. Pero si estas opciones no son viables siempre existe la posibilidad de sacar un ticket para el barco del "capitano", que tiene menos glamour pero también hace papel para visitar el archipiélago de la Maddalena(4) . Existe también la posibilidad de ir a Porto Cervo(5) , para hacerte fotos en los yates más fastuosos que hayas visto, y luego alardear de haber navegado en ellos por el archipiélago, pero si lo que realmente te gusta es lo recoleto puedes visitar Porto Rafael(6) , con construcciones dentro de las rocas graníticas que te harán sentirte como Wilma y querer dejar a tu Pedro Picapiedra en la calle golpeando la puerta cuando llega tarde para que le dejes entrar.

Uno de los vicios adquiridos -y conservados gracias a la bondad de la rama italiana de la familia que me lo suministra- es el pane carasau, que consiste en láminas finísimas de pan (más finas aún que la regañá sevillana) que se tuestan en una sartén y se acompañan de aceite de oliva virgen y de romero. Desde mi viaje, cuando veo una mata de romero no puedo evitar cortar una rama para mi pane.

Recuerdo el viaje como una experiencia mágica y tengo la esperanza de poder revivir tan gratos recuerdos. Si la próxima vez consigo evitar el avión, estoy segura de que será perfecto.

Lula

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(1) A mi que me dan pánico los aviones, no paraba de rezar por lo bajos para que nos pusieran otro avión.
(2) La referencia al Caribe es por fotos. Las playas deben ser paradisíacas pero el largo viaje en avión me echa para atrás.
(3) Berlusconi tiene varias villas en la isla, no se le puede achacar mal gusto.
(4) El arhipielago esta formado por 14 islas. La mayor es la Maddalena seguida de la Caprera donde se jubiló Garibaldi tras sus múltiples aventuras y después de conocer medio mundo.
(5) Palidece Puerto Banús frente a Porto Chervo.
(6) El nombre de Rafael viene de un arquitecto español que lo diseñó.