Cuestión de turno

Dedicado a Mint, que sienten curiosidad por mi lado camorrista. El comentario que dejó en el post de contrincantes me trajo a la memoria lo que voy a contar a continuación.

Hace ya unos cuantos años, cuando nació mi hija pequeña, residía en un pueblo costero del sureste de Andalucía. Allí pude comprobar que los hábitos sociales eran bastante diferentes a los de Madrid. No me llegué a adaptar a sus costumbres, alguna de ellas tan manifiestamente machistas que provocaron que aflorara mi lado Towanda como se verá más adelante.

En aquel pueblo estaba asumido el dicho de quien madruga Dios le ayuda . Por este motivo TODAS las mujeres(1) madrugaban como unas condenadas para ir al mercado y se llevaban todo el pescado antes de las 10 de la mañana. Acostumbrada como estaba en Madrid a que los mercados abrieran por la mañana y por la tarde y que siempre hallara lo que buscaba, me encontré en una situación de mucha incertidumbre para el avituallamiento familiar. Se daba la paradoja de que vivía en uno de los puertos pesqueros más importantes de Andalucía y que lo más complicado era comprar pescado.

Estaba de baja maternal pero me levantaba a la misma hora que cuando trabajaba. Tenía que levantar, vestir y dar de desayunar a tres niños, unos de ellos bebé, llevar a los mayores a la guardería que estaba en un extremo del pueblo para volver a cruzarlo en dirección al mercado. Todo ello a pie porque entonces solo teníamos un coche que utilizaba mi marido para ir a trabajar. Entre unas cosas y otras llegaba al mercado con muy poco margen por lo que decidí comprar en una pescadería que estaba cerca de casa para no agobiarme. El pescado de la zona era muy bueno pero poco variado: brótolas(2), salmonetes, rape y pez espada.

Uno de los días que fui a comprar a la pescadería encontré unas hermosas pescadillas de medio kilo. La pescadera las denominaba "merluzas" porque allí no se suelen dar de ese tamaño y como se suele decir el ojo del amo engorda al caballo. Pedí la vez y me la dio una de las dos señoras que estaban esperando para comprar. Empecé a rezar para que ellas pidieran otra cosa a la vez que me creaba expectativas y evaluaba las alternativas de cocinado de las "merluzas".

Estando en ese estado de estrés entró un hombre en la pescadería. La pescadera se dirigió a él para atenderle, saltándose todas las reglas del turno. En aquel pueblo los hombres no iban a la compra. Si aparecía uno tenía que ser por una causa de fuerza mayor y se consideraba que su tiempo era oro y el de las mujeres chatarra. Me pareció fatal, pero me contuve. Pero cuando el hombre abrió la boca y dijo "ponme las merluzas" ya no hubo barreras para contener mi indignación. Podía resignarme a que las señoras que iban antes que yo las compraran, era una cuestión de suerte, pero que entrase un hombre y sin esperar turno se llevase mis plateados objeto de deseo ¡NO! No lo podía consentir.

La pescadera puso las "merluzas" a pesar y mientras ella miraba en la báscula cuando la aguja llegaba a su tope, cogí la bandeja del peso y deposité de nuevo los pescados en el mostrador. Miré al caballero y le dije: "Usted ha llegado después que yo y no se va a llevar las merluzas". La pescadera se quedó de piedra y el hombre se quedó mudo y las señoras que iban delante me miraban como si estuviera loca. No sé si fue por miedo o porque tenían otros planes pero las señoras que iban delante de mí pidieron otra cosa y conseguí llevarme mis "merluzas".

Cuando nos las comimos le conté a mi marido lo duro que era hacer la compra en este pueblo con lo fácil que era hacerla en Madrid.

Lula

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(1) Digo mujeres porque en al mercado en aquelas épocas no acudía ni un hombre
(2) La brótola es un pescado blanco riquísimo parecido a la pescadilla pero más blando. No lo venden fuera de la zona donde se pesca porque no debe aguantar bien el transporte.