El Caballero

Había ido al cine con mi benjamina a ver la película Rencor, como llevaba en cartel bastante tiempo sólo la ponían en el Cine Princesa, sito en La Plaza de los Cubos de Madrid. Al finalizar el film me dispuse a sacar el coche del aparcamiento y en el instante en que fui a pagar el parking, afloró nítido el recuerdo de un episodio que tenía almacenado en una profunda capa de mi cerebro, a pesar que no habían transcurrido ni cuatro años desde los hechos.

Fue una de esas semanas en la que empiezas el lunes con una reunión y ya no te quedan fuerzas para el resto de los días. El meeting era a primera hora, en unas oficinas situadas en La Plaza de los Cubos, por lo que deje mi coche en el parking de la plaza. La reunión se prolongó hasta la hora de comer, nos salvó el hambre imperiosa, no las conclusiones, que no recuerdo si quedaron claras. Me dirigí a saldar mi cuenta con el parking, donde una persona humana me dijo: son 1600 pts(1). Cuando eché mano del monedero vi que lo tenía con telarañas, no había ni monedas ni billetes, situación nada extraña para mí. En ese momento me salió la señorita que llevo dentro y con mucha naturalidad le entregué la tarjeta de la Caja Madrid , tarjeta que me devolvieron con sumo desprecio desde el otro lado de la ventanilla, diciendo

- Sñita, aquí no vale esto
- ¿No admiten tarjetas?, -dije con estupor
- Pues no. ! váyase a un cajero! (2)

Estaba ya concienciándome en buscar un cajero, cuando un señor maduro que estaba detrás de mí a la cola de paganos me dijo:

- Señorita, si quiere le pago el aparcamiento para que no tenga que molestarse en ir al cajero
- Muchas gracias, pero ¡cómo me va a pagar el aparcamiento que son 1600 pts!

Cual no fue mi sorpresa cuando el caballero insistía en ahorrarme el viaje al cajero, o lo que es lo mismo, en abonarme el parking. En ese momento mi cerebro sufrió una dicotomía -un lado pensaba en que cómo iba a permitir que me pagaran el aparcamiento y el otro en lo lejos que estaba el cajero y en el hambre que tenía- ¿ qué parte ganó? , la hambrienta. No daba crédito cuando el caballero abonaba mi abultada cuenta del aparcamiento y sólo acertaba a decir: Gracias, muchas gracias.

Todos pensarán en que algo pretendería ese caballero o que soy la musa que inspiro el pasodoble: pisa morena, pisa con garbo, que un relicario me voy a haber con el trocito de mi capote que haya pisado tan lindo pié o que soy la hermana gemela de Esther Cañadas. Nada mas lejos de esto, ni soy espectacular, ni el caballero le movía ninguna intención malsana ya que iba acompañado de una pareja y una vez que le di las gracias cada uno se fue por su camino.

Aunque al principio me quedó la sensación de ser una caradura gorrona, conforme pasó el tiempo empece a acariciar la idea de lo generosa que había sido dándole la oportunidad a este caballero andante de desfacer el entuerto. Si además supiera el caballero que soy huérfana, su corazón no le cabría en el pecho de orgullo al emular a D. Quijote con todas las condiciones de entorno.

Lula

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(1) En esa época había pesetas y los cajeros eran de carne y hueso
(2) El tono muy equivalente al ¡ váyase Sr. González! , casi me manda a la M., como veréis el título del expediente-X no va por él