El lugar de mi recreo

Hay un pueblo que duerme, desparramado y blanco, sobre lo más alto del monte.

Hay, en ese mismo monte, un ejército de molinos altos y desgarbados.

Hay un acantilado, al que llaman El Tajo, y sobre él una torre de vigilancia contra los bucaneros.

Hay un palomar para tres mil palomas que embarcaban para Las Indias.

Hay matas de dama de noche y jazmín que huelen todo el año.

Hay una marisma rosa y verde, llena de vida y de muerte.

Hay rumor del mar en el aire, y una humedad tan vieja que asusta.

Hay mil moscas, cinco mil mosquitos, decenas de especies de escarabajos, lombrices, gusarapos, arañas y palomitas azules; también hay insectos que vuelan con pintas verdes y amarillas, libélulas de al menos diez tallas, y tanta vida...

Hay en la casa un gallo cantón con una gallina pinta de Guinea y otra gallina que encubó nueve pollitos de los que sólo quedan cuatro. El cadáver del quinto amaneció antesdeayer debajo del siempreverde.

Hay espurgabueyes, gaviotas, jilgueros, garzas, todas las golondrinas que huyen del norte y cruzan hacia Africa tiritonas y urgentes.

Hay junto al muro un caballo castaño y relinchón. Aún no descubrí su parentesco con los dos potrillos que amanecieron –también antesdeayer, que ya es casualidad- en el prado que hay al final del carril.

Hay una vaca que nos visita algunas mañanas y rumia con esmero los brotes tiernos de lo que un día será el arriate de cactus.

Hay un tendedero que cruza todo el terreno y del que cuelga una alfombra roja desde hace diez días, soportando arrogante el temporal. Es como una mancha de sangre que hubiera traído el mismo agua en la que mueren cada día personas de ébano con ojos de miedo, misterio y frío.

Hay también una bandera triunfante de Japón –encaramada a la higuera- que nos marca la dirección del viento.

Hay vacas, cerdos, perros, gallos, gatos, cabras, borricos y toda una legión de cuadrúpedos a ambos lados del carril.

Hay un río-ría con un edificio-barco de estilo neoclásico totalmente en ruinas.

Hay en ese río-ría los esqueletos de muchos barcos y sus correspondientes fantasmas.

Hay hombres con la urgencia del mar en los ojos y mujeres fortísimas.

Hay estrellas de colores, y traficantes de pescado, y visitas a la cárcel, y la risa... siempre la risa.

Hay tesoros que nunca se agotan en la playa, regalos nuevos que el mar vomita.

Hay colores, y olores, y conciertos de ranas, y tanta vida....

Hay tanta vida.

S.M.

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