MONOGRAFICO: EL MANDO INTERMEDIO


III-El mando intermedio mujer

En una sociedad donde la igualdad de oportunidades fuera real sobraría una disertación sobre la condición femenina y la jefatura. Pero desgraciadamente podemos escribir largo y tendido sobre esta variedad de mando intermedio. Siempre es un tema espinoso hablar de la mujer en el mundo laboral y me arriesgo a que me tachen de machista o feminista según la broma ingeniosa que se me ocurra para contar lo que pienso y lo que siento. Mi osadía la avala una dilatada vida(1) profesional, camino de alcanzar las bodas de plata en pocos meses y aunque no tiene límites, espero que dé pie a más de una reflexión y no se quede en una simple gansada.

De todos es conocido que el porcentaje de mujeres que alcanzan las cúpulas empresariales es muy bajo. A estos puestos, salvo excepciones, se accede por medio de la lenta escalada desde el mando intermedio. Parece que existe un techo de cristal que actúa de filtro para que las mujeres no puedan atravesarlo, aunque las oportunidades estén nítidamente a la vista de todos, hombres y mujeres.

Scott Adams(2), en su libro “Dilbert y la estrategia de la comadreja” también habla de ese techo de cristal, con una justificación un tanto escatológica(3), en la que no contempla el arribismo femenino, que creo que existe aunque en una baja proporción frente al masculino. Bajo ese techo de cristal pululan distintos perfiles de mujer, cada uno con distintas posibilidades de atravesarlo sin lastimarse con los vidrios rotos. Tras una labor de síntesis se puede catalogar a la fauna femenina laboral en cuatro grupos: enchufada, pasiva/sumisa, esforzada y trepadora.

La variedad de enchufada es similar a la de la variedad masculina, haga lo que haga nunca se hundirá, salvo que los voltios la abandonen cual desodorante traidor. Normalmente es tan odiada como temida y hay que soportarla como a las hemorroides, en silencio. Sus posibilidades de llegar a mando intermedio son altas y las de abandonar este estatus para adquirir el de ejecutiva aún mayores.

La pasiva/sumisa se aferra al papel de mujer indefensa que le aporta grandes réditos. Si además es agraciada y su aspecto es aniñado la vida le sonreirá continuamente. Esta mujer despierta en los hombres el instinto de protección, se volcarán en ayudarla, en disculparla y en hacerle la vida fácil. Si tuviera estudios universitarios, nunca le habrá faltado el solícito compañero que le explique el temario, le preste los apuntes y le haga los trabajos. En el trabajo, también encontrará otro atento compañero que se preste a ayudarla ante el beneplácito de su jefe, siempre que este fuese varón. En algunos casos la protección termina en boda, bien con el compañero o bien con el jefe. La cadena de protección se romperá cuando el jefe sea mujer y tendrá que buscar refugio en otra jefatura masculina. Esta variedad no suele llegar a ser mando intermedio, a lo sumo desarrolla una carrera profesional como consorte, pudiendo en algunos casos mudar el perfil por el de “enchufada” tras la boda.

La esforzada es la variedad más digna de admiración y compasión a la vez(4). Se siente en la obligación de demostrar a cada momento que es capaz de hacer todo igual o mejor que un hombre, tanto en los estudios como en el trabajo. No se da ninguna tregua, siempre quiere hacer las cosas por sí misma, sin buscar protección. Le gusta que valoren su esfuerzo, que frecuentemente es titánico. Suele tener mucho sentido común(5), que aplica a sus tareas cotidianas. Normalmente es muy sensible con la injusticia y como mujer hecha a sí misma, lucha abiertamente contra ella. Puede alcanzar con facilidad el mando intermedio pero sus posibilidades de promoción hacia la carrera ejecutiva o presidencial son nulas, a la vez que la probabilidad de dimisión tiende peligrosamente a uno con el paso del tiempo. Desde el punto de vista de sus jefes la esforzada es una histérica a la que se le puede sacar partido como “tonta útil”(6), pero que resulta muy incómoda cuando dice obscenamente la verdad y no se pliega a la insensatez de la gestión empresarial. Para este tipo de mujer al inicio de su carrera el trabajo llena su vida, pero con el paso de los años a lo sumo le llena la nevera. En ese punto de inflexión de su carrera profesional se replantea la reconversión al perfil pasiva/sumisa, aunque le cuesta mucho adaptarse a la parte de sumisa.

La variedad trepadora tiene un objetivo: atravesar el techo de cristal, sigilosamente o con estrépito, pero atravesarlo. Se podría decir aquello de: la española cuando trepa, es que trepa de verdad y a ninguna le interesa trepar para no pillar(7). La peligrosa mujer enredadera, enredará con todas sus artes. Hará uso de los perfiles de pasiva/sumisa o esforzada según merezca la ocasión e incluso intentará que los voltios pasen por su cuerpo. Sólo un pequeñísimo porcentaje de mujeres pertenece al club de la mujer con determinación de trepar y las posibilidades de éxito de las que lo intentan son muy grandes. Una vez en la cima se codeará con sus compañeras las enchufadas a las que superará en astucia y ego.

De las trayectorias de estos tipos de mujer, la esforzada es la que tiene menos posibilidades de llegar a la cima. Este dato ya lo tienen en cuenta los que pretenden la igualdad. Simplemente ampliando la cuota de enchufadas se les disparan los índices de paridad, pero para que quede políticamente correcto lo llaman “discriminación positiva”.

Que paren el mundo laboral, que yo me bajo.

Lula

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(1) No se puede llamar carrera profesional porque no persigo ninguna meta ni espero llegar a ningún lado y por supuesto no tengo ninguna prisa ni tengo intención de competir con nadie
(2) El creador del personaje Dilbert. Su libro “El principio de Dilbert” es un best seller y se vende en las librerías en la sección de economía
(3) Viene a decir: si usted pudiera dirigir una empresa de la lista Fortune 500 y lo único que tuviera que hacer para alcanzar el cargo de máximo mandatario fuera lamer 1.000 culos blancos y gordos y no ver más a sus hijos, ¿lo haría?, el 100% de las mujeres dirían “no, gracias”, mientras que un 30% de los hombres dirían “Espere un momento que dejé mis tarjetas de visita en el coche”. Considera que la mujer está acostumbrada a que le abran las puertas, a sentarse antes en los restaurantes y a salir las primeras del ascensor. Los hombres acostumbrados a abrir las puertas, sentarse después en el restaurante y salir los últimos del ascensor, no les supone un paso muy grande de ahí a lamer culos
(4) Scott Adams representa a este tipo de mujer mediante el personaje de Alice, mujer esforzada al borde de un ataque de nervios.
(5) El menos común de los sentidos
(6) “La tonta útil” o “abrelatas” se ocupa de desbrozar el camino de cualquier iniciativa para que recojan los frutos los enchufados, mientras ella es arrinconada una vez hecho el trabajo.
(7) Burdo remedo de la copla española de “la española cuando besa es que besa de verdad, y a ninguna le interesa besar por frivolidad..”