El pelmazo

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De todos los ejemplares de la fauna humana que nos rodea, ninguno más enojoso y antipático como el pelmazo. Es un individuo "casi humano" que tienen muchas de las características de la piedra berroqueña, de la pesada mosca veraniega, del ávido mosquito y de la insaciable sanguijuela.

Cuando nuestro personaje encuentra a su víctima se adhiere a él como una auténtica sanguijuela y le abruma con altas dosis de locuacidad, servilismo y halago.

Emplea su tiempo en perseguir incansablemente a sus posibles víctimas: Cuando os tropecéis con él, no intentéis escapar: cualquier dirección a la que vayáis coincidirá, curiosamente, con la que él tenía previsto tomar.

Si le veis de lejos e ingenuamente, intentáis escabulliros, perdéis el tiempo, pronto hallará la forma de cerraros el paso y agarrado a vuestro brazo os abrumará con su monótona conversación hasta llevaros a la extenuación.

Contaba, a este respecto, Miguel Mihura -anécdota que debo al recordado Prof. García Sabell- que un día que el gran dramaturgo, por entonces Presidente de la Sociedad General de Autores de España, caminaba por el Paseo de Recoletos, se encontró con uno de los mayores pelmazos de Madrid. Al proponerle Mihura que le acompañara, el pelmazo, sorprendido, le preguntó:

¿De verdad quieres Miguel que te acompañe?.

El gran humorista, aminorando el paso, le respondió:

Sí, porque prefiero que vengas conmigo a encontrarte otra vez.

El pelmazo es incapaz de entender las más claras indirectas, es insensible al desprecio y goza de la virtud de la inoportunidad. Si visita vuestra casa o despacho lo hará a las horas más inoportunas, si estáis enfermos no dudará en sentarse a vuestra cabecera y contaros las enfermedades que ha padecido y si os encuentra, algún día, hablando con una bella mujer preguntará inmediatamente por la salud de vuestra "santa" esposa.

Yo estoy convencido de que si algún eminente biólogo estudiará al pelmazo en profundidad, llegaría a la conclusión de que pertenece, sin duda alguna, a una "especie animal" creada exclusivamente para molestar y amargar la vida al prójimo.

Miguel Arribas

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