El recuerdo

El recuerdo es amable. El recuerdo es dulce y cálido y en él sumergimos la vida, cuando se vuelve dura, para poder tragárnosla.

Yo concentro mis recuerdos de infancia en aquel verano en el que nos reunimos las cuatro primas en la casa de nuestra abuela, en el pueblo verde sobre el acantilado. Pasó una vecina y dijo "¡ya tienes aquí otra vez a las nietas!" y mi abuela respondió "ya son mayores, no sé si volverán". Pensé que estaba equivocada, que siempre pasaríamos allí los veranos, pero yo era joven e ignorante y ella vieja y sabia. Aquel verano fue el último.

Mi pueblo compartía con el vecino una pequeña playa con muchas piedras y poca arena, a veces ninguna. Era una de esas playas del norte donde se estrella por un lado el mar y por el otro la vegetación, a la que se accedía entre montes de eucalipto, por un camino empinado y retorcido con el que no se atrevían los coches. A nosotras se nos hacía largo y nos aventurábamos por atajos entre árboles, helechos y zarzas que nos superaban en altura.

Bajábamos el monte a toda prisa y luego el prado resbalando, cruzábamos el río saltando sobre las piedras y seguíamos haciéndolo por un pedregal que me parecía inmenso hasta llegar a la estrecha franja de arena; y al fin, el baño en el mar, la charla al sol, la barca de arena que deshacían las olas, los bocadillos de dulce de manzana, la luz amarilla de la tarde y la larga cuesta de regreso hasta derrumbarnos en el banco de madera de la entrada de casa. Los días de playa allí son escasos y, quizás por eso, gloriosos.

Me hice mayor y me alejé tierra adentro. La vida se volvió dura y yo la ablandaba con el sabor del mar y el olor de los helechos, pero en diciembre una sombra negra llegó a mi playa, los vecinos recogieron más de cien toneladas de fuel en un fin de semana. Es tan pequeña . ¡nunca pensé que cupiera tanto de nada en ella!.

Ahora que el recuerdo se ha vuelto negro y maloliente ¿qué voy a hacer yo con mi vida?

Mabeco

Más relatos de Mabeco, pulsar aquí
e-mail de contacto: mabeco@ya.com