El reencuentro

Como ya relaté en paquete express, mi hija la erudita se encuentra en Bremen estudiando con una beca Erasmus. Se da la circunstancia de que soy una madre primeriza en esto del abandono de los hijos del nido, por lo que estoy muy sensibilizada con la falta de mi retoño. Cuando veo su mesa ordenada y su cama perfectamente hecha(1), se me parte el alma. Toda esta ausencia que arrastro, la soporto con la esperanza de su retorno por Navidad, como es de recibo. Conforme se iba aproximando el reencuentro, iba imaginando la imagen de unos padres ansiosos esperando en una sala del aeropuerto a que se abrieran las puertas correderas y apareciera la hija pródiga. Casi podía ver y sentir el abrazo en que nos fundíamos y la alegría de tenerla con nosotros.

Cuando llegó el día D, a la sazón el jueves 19 de diciembre, se aposentó la impaciencia en mi ser y empecé a avasallar a mi marido para concretar la forma de desplazarnos al aeropuerto. Quiero hacer un inciso sobre el respeto que me impone el aeropuerto de Barajas y mi declaración de insuficiencia mental para encontrar la terminal adecuada así como mi bloqueo total para orientarme en los pasillos kilométricos que, de repente, se truncan y te obligan a subir al piso de arriba. Conseguí arrebatar a mi marido un compromiso de encontrarnos a las 19:00 en el Bar Neguri, sito en la plaza del pueblo de Barajas, creyendo haber realizado un buen trato ya que pensé que si el avión llegaba a las 19:20, en 5-10 minutos estaríamos en el aeropuerto, aparcaríamos un plis-plas y llegaríamos antes de que apareciera la erudita.

Con mi plan de reencuentro perfectamente trazado llegué al bar Neguri a las 6:45 y me encontré a unos amigos de mi marido que me invitaron a una coca-cola. A la hora acordada apareció el padre de la erudita y al ver a sus amistades se pidió un cubata. Se me empezó a despertar el gusanillo de la impaciencia, ya que mi planificación tenía pinta de no cumplir el primer hito. De forma muy suave y sin intención de agobiar, le indiqué a mi cónyuge que no íbamos a llegar a tiempo. Reaccionó a mi sugerencia con un pequeño sorbo de su cubata, por lo que empecé a calcular el tiempo que tardaría en vaciar el vaso(2). Para colmo, los amigos le decían que íbamos sobrados de tiempo -en ese momento los califiqué de amigotes- y que me tranquilizase. El resultado fue que salimos del bar a las 19:20. Mi consorte accedió al aeropuerto desde el pueblo de Barajas por una ruta que no suele ser muy transitada pero que en ese momento debimos coincidir con otros conductores que también pensaron lo mismo. Fuimos en caravana hasta una rotonda en la que nos equivocamos y nos salimos por la tangente. Cuando conseguimos encontrar la dirección adecuada, sonó mi teléfono móvil: era mi hija que me decía que ya había llegado, que estaba en la sala 2 y que dónde estábamos nosotros.

En ese momento me desmoroné, la escena del reencuentro se evaporó. Imaginé la desolación de mi hija al no ver a nadie esperándola y ese mal genio que me caracteriza me afloró con violencia(3) y miré a mi marido con intención de fulminarle con mi mirada, pero él, que me conoce, no se dejó intimidar, me dijo que me bajase del coche, que iba a aparcar. No habían acabado allí mis males, sino empezaban otros nuevos ya que me encontré en un infinito pasillo, totalmente bloqueada sin saber si ir a la derecha o a la izquierda, si subir las escaleras o seguir en el mismo piso, todo ello aderezado con un cabreo sordo. No sé el tiempo que estuve en este estado, pero cuando al fin llegué a la sala 2, allí estaban padre e hija y la que parecía que venía de Alemania era yo.

La erudita, viendo la sangre inyectada en mis ojos, me abrazó y me dijo que no me enfadase. En ese momento, mirando a mi marido, le dije:

¡No te hago puerros con bechamel ni peras al vino en un mes!

Lula

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(1)Habría vendido mi alma al diablo si estuviera así cuando ella está en casa.
(2) Conociéndole bien, jamás se iría dejando un cubata a la mitad
(3) Algo similar a lo que sentía Segismundo en la vida es sueño: En llegando a esta pasión,/un volcán, un Etna hecho,/quisiera arrancar del pecho/ pedazos del corazón/