El Toyoto

Nunca supo que le llamábamos el Toyoto y eso que éramos muchos los que así le nombrábamos entre risas. Había cierta unanimidad en considerarle un necio.Tenía un acento dulce de Canarias y un discurso tan fluido y continuo como hueco. Opinaba sobre cualquier tema, con tanto aplomo y seguridad que parecía un pozo de sabiduría, pero tarde o temprano quedaba en evidencia cuando disertaba sobre algo que te era conocido.

Tanta era su necesidad de expresarse oralmente que no le daba un minuto de asueto a su lengua. Agotados los temas técnicos, pasaba a los personales con una minuciosidad digna del escritor montañés José María de Pereda(1). Los lunes le contaba a su compañero de despacho todo, pero absolutamente todo, lo que había hecho el fin de semana. Como su tono de voz era alto, en el despacho contiguo no podíamos, y a veces ni siquiera lo intentábamos, evitar escuchar sus relatos.

Entre tanta palabrería escuchamos muchas necedades, llevándose la palma de oro la frase de "las mujeres a los 30 años son ya unas viejas". Un objeto recurrente en sus conversaciones era su Toyota (de ahí el apodo) al que dedicaba largas parrafadas descriptivas de sus prestaciones. Aunque nunca vimos el coche (al que una vez un mecánico osó relegar a su turno en el taller como si fuera un vulgar seiscientos), sabíamos que su tapicería era oscura, pero con motas rojas que le daban un toque de agresividad y que, además, cuando ligaba - suponemos que con una de 20 años- ya no necesitaba un picadero.

Un día que le habíamos escuchado más tonterías de las acostumbradas, quisimos darle una lección para que moderase su verborrea. Le hicimos con powerpoint un cartel con una tacita de café en cada esquina, con una leyenda en el centro que decía Tertulias de 8:30 a 18:00 y se lo pusimos en su tablón de corcho cuando se marchó del trabajo. A la mañana siguiente arrimamos la oreja para ver que decía. Estupefactas comprobamos que se lo tomaba como una broma, pasándose la mañana hablando del cartel.

Estabamos resignadas a escuchar de por vida al Toyoto, cuando el Destino, en forma de ascenso, vino en nuestra ayuda. La verborrea que nos resultaba insufrible, les sonaba a música celestial a las altas instancias. Le ascendieron a coordinador de un gran proyecto y le llevaron a un despacho mejor.

Le deseamos que tuviera tanto éxito con su grácil verbo en las reuniones de los despachos de lujo, como descanso dejó en el nuestro.

Lula

Más relatos de Lula, pulsar aquí
e-mail de contacto: seccionfemenina@gmail.com

(1) José María de Pereda, escritor realista y costumbrista español nacido en Polanco (Cantabria). Tiene fama de ser un poco plasta en las descripciones.

.