El vacío

Relato escrito para la sección de estrella invitada de Toxcatl. Una historia para no dormir, pongamos que hablo de Madrid...

Se levantó temprano como cada mañana. A las 7:00 salía de su casa en la zona sur para tomar(1) el autobús que cruzaba la ciudad en dirección norte. Entraba a trabajar a las 7:30 en unas oficinas cerca de un famoso estadio de fútbol.

Ese día encontró algo extraño en la calle, estaba totalmente vacía. Esperó pacientemente el autobús que tardó en llegar más de la cuenta. Cuando se subió en él estaban casi todos los asientos libres. Le extrañó porque los demás días no conseguía encontrar dónde sentarse. Tomó asiento y observó que ninguna cara le era familiar cuando siempre encontraba rostros conocidos.

Durante el recorrido se fueron subiendo escasos pasajeros, en su mayoría mujeres de mediana edad que se saludaban cuando entraban y mantenían ruidosas conversaciones salpicadas de carcajadas. No comprendía por qué esa mañana había cambiado el escenario habitual y habían desaparecido los estudiantes con sus libros y los oficinistas con sus periódicos y su lugar había sido ocupado por parlanchinas mujeres de pelos teñidos y labios rojos.

Cuando llegó a su destino se bajó del autobús con la intención de tomarse un café antes de entrar a trabajar, pero todos los bares de la zona tenían el cierre echado y la calle estaba desierta. Se dirigió a la oficina y la puerta estaba cerrada. Pensó que era una pesadilla y que de un momento a otro se despertaría, pero no era así, estaba despierta.

Se quedó merodeando por la zona de la oficina mientras que el tiempo se alargaba tanto como su desesperación. A las 8:00 se encontró con un compañero de trabajo. Le pareció casi un espejismo y se dirigió a él con los ojos repletos de incredulidad. El compañero le correspondió con una mirada llena de sorpresa y le dijo- ¿qué haces aquí a estas horas si aún falta media hora para entrar a trabajar?.

De repente miró su reloj y se percató de que no había retrasado la hora en el cambio horario y todas las imágenes desde que se levantó empezaron a cobrar sentido: el autobús casi vacío llevaba a las señoras de la limpieza de las oficinas, los estudiantes y oficinistas estaban en los brazos de Morfeo y los bares aún no habían abierto.

No le contó a nadie la pesadilla que supuso esa hora más en su vida llena de vacío e incertidumbre, una hora que no debió vivir, sino dormir.

Lula

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(1) Detalle de la autora que no dice “coger el autobús” por delicadeza a los gustos Mexicanos de Toxcatl.