El valor de las mujeres

Un hombre columpiándose en el cráter de un volcán, lo estaba viendo y no podía creerlo, "pero, ¿qué hace? ¿está loco?". El zapping me había llevado a un documental donde un hombre, ya mayor y apasionado de los volcanes desde niño, tomaba muestras de lava con algo muy parecido a un catavinos, mientras se balanceaba colgado de un cable y enfundado en un traje protector que no le iba a servir de nada si el cable se rompía o al volcán le daba por escupir.

Me quedé a ver el documental completo, el científico-aventurero hablaba de los diferentes tipos de volcanes y erupciones y de las muchas locuras que había hecho, a mi juicio, en su afán por averiguar los misterios de Vulcano. En un momento del reportaje recibía la visita de una vieja amiga y él nos contaba que la última vez que la había visto era porque su granja en África había sido arrasada en una revuelta local y había ido a visitarla y prestarle ayuda "la encontré allí, en medio de toda aquella desolación, con ese valor que sólo tienen las mujeres …".

Me quedé estupefacta, ¿qué valor era ése, a todas luces inalcanzable para el trapecista del fuego?. Ya no escuché más, esa frase se grabó en mi cerebro y durante días busqué, sin éxito, una respuesta a mi propia pregunta.
Pero ya se sabe que a veces hay que dejar de buscar para encontrar y así un día recordando la historia de la familia vi a mi abuela, al final de la Guerra Civil, viuda y con 7 hijos; sentí mi miedo y descubrí su valor, el valor que se tiene cuando es necesario. Ésa era mi respuesta a la pregunta.

El hombre arriesga su vida para superar un reto que se hace a sí mismo, descubrir un tesoro, subir una montaña, adquirir un conocimiento. La mujer se limita a hacer lo necesario para preservar la vida, la suya y la de los que la rodean y por esta sencilla razón, tan insignificante que no merece en nuestra sociedad abrir los informativos, ni fiestas de homenaje, ni apenas el reconocimiento del entorno próximo se enfrenta a la injusticia, a la ignorancia, al dolor y hasta a la muerte.

Mujeres que sacan adelante a sus hijos en las condiciones más adversas; que empiezan una nueva vida, con las manos vacías, tras años de calvario. Mujeres que dan vueltas en una gran plaza con un pañuelo blanco en la cabeza o que se escabullen entre callejuelas dentro de su cárcel de tela para socorrerse cuando la sociedad les niega todo. Un derroche de valor sólo para "hacer lo que hay que hacer".

Historias que rara vez se conocen y que nos llegan a través de otros, porque el miedo se puede gritar, pero para enfrentarlo con valentía hay que apretar los dientes.

Mabeco

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