La crisis

Todo el mundo habla de la crisis, pero hasta el momento en que sucedió lo que me lleva a escribir estas líneas no fui consciente de cómo estamos embutidos en ese túnel - espero que con final- llamado crisis (1).

Tengo una reunión periódica con dos ex-compañeros de proyecto en la que, por consenso asumido sin que medien palabras, evitamos conspirar, hablar mal de los jefes, de los compañeros, de lo mal repartido que está el trabajo y de la falta de estrategia de la empresa. Aunque parezca que sin esos temas tabú no hay conversación posible, pues sí la hay: hablamos de ciencia y predecimos el futuro, tecnológico por supuesto.

El lugar de la reunión es un restaurante que debe cumplir un requisito: ser oriental (2). Este requisito oriental tiene su origen en la afición, a mi entender desmedida, de uno de los miembros de la tertulia por este tipo de cocina, y puesto que la tolerancia reina entre nosotros, a la par que la oferta gastronómica de la zona es una ruina, los demás cedemos gustosamente a su criterio (3). Por ahora solo hemos comido en restaurantes chinos ya que no hemos sido capaces de encontrar un tailandés cerca de la oficina.

Ya se sabe que todos los orientales tienen la misma cara y no hay manera de distinguirlos. Pues con los restaurantes chinos pasa lo mismo: todos son iguales, tienen la misma decoración, dan la misma comida y tienen los mismos precios, siendo mínimas las variaciones entre ellos. Pero como nos dedicamos a la I +D no cejamos en el empeño de encontrar una mínima diferencia de uno a otro restaurante, anotarla y registrarla documentalmente en forma debida, ya que tal vez podamos utilizar dicha información en una ponencia futura.

Visitamos el tercer restaurante chino de la zona, que estaba a rebosar. Nos colocaron en una zona esquinada, un poco apretados y sin apenas separación entre las mesas, pero el camarero era muy delgadito y pasaba con mucha soltura entre ellas. Recuerdo que el camarero tenía un aire calé procedente de su pelo negro con caracolillos en la nuca - cosa rara en los orientales, que tienen el pelo hirsuto como las ratas (4) -, junto con un chaleco estampado tipo cretona inglesa de medio pelo. Pedimos el plato especial del día y pudimos comprobar que era especialmente escaso, desde los minúsculos rollitos hasta las escuetas raciones. Y en esas estábamos, comentando la particularidad de la casa, cuando de pronto mis ojos detectaron algo sumamente fuera de contexto.

En ese momento se rompió el consenso, ya que era imposible permanecer impasible: un Director General estaba comiendo en el chino. Dije:

- Ese que está en la ventana, ¿no es X?

A lo que respondieron mis colegas:

- Pues sí (5).

Este Director se distingue por ser un buen gourmet y generalmente sus comidas son de alto nivel, acorde con sus negocios, por lo que no parece un restaurante chino el lugar más idóneo para este tipo de comidas. Descartado por completo que hubiera renunciado a su refinamiento culinario por libre elección, solo lo pudimos achacar a que los márgenes comerciales disminuyen y que ya no dan para comidas de mantel de hilo. La escasez de recursos empieza a escalar la estructura como una espesa hiedra llegando ya a al vértice de la misma y que si Dios no lo remedia veremos a nuestros ejecutivos comiendo en los Mc Donalds o llevando la tartera con las patatas guisadas. Y lo que es peor, ¿dónde comeremos los curritos?

Vivir para ver.

Lula

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(1) Al hombre de la calle la palabra 'crisis' le sugiere la idea de una situación difícil y a veces insoportable pero, al fin y al cabo, transitoria. Una situación que, un día u otro, desembocará en otra mejor, donde los problemas del día anterior habrán sido solucionados, o habrán dejado de existir. El hombre erudito o pedante buscará la etimología griega de krisis, que nos da la idea de separación, de división, incluso la de elección y la de juicio, procedente del verbo krioo, que significa 'separar, dividir', pero también 'elegir y juzgar'.
(2) Por cierto, crisis según la etimología china significa peligro y oportunidad.
(3)También hay que decir que el aficionado a la cocina oriental es de Zaragoza y que cambiar su criterio es, más que difícil, imposible.
(4) Nota de la correctora de estilo: Para no ser xenófoba, a veces se te va la pluma
(5) Pozí en lenguaje coloquial.