La mujer en el epicentro

 

Hace algunos años recorría las tertulias de Madrid un chiste que, poco más o menos, decía:

<<La Dirección General de Seguridad enviaba al alcalde de un pequeño pueblo de la España profunda, el siguiente telegrama:

Nos llegan noticias de un posible movimiento sísmico en ese municipio. Localice epicentro.

El alcalde, a las pocas horas, contestaba:

Epicentro y veinte secuaces más detenidos.>>

Al igual que en el pequeño pueblo del chiste, cuando en esa institución que desde los tiempos del Imperio Romano se conoce como familia, se produce el desencuentro de la pareja -o lo que los terapeutas de familia denominan "crisis familiar de carácter centrífugo"- el conflicto marital se convierte en una especie de movimiento sísmico.

Un seísmo en el que la mujer, desgraciadamente, suele encontrarse en pleno epicentro y el grupo de secuaces lo forman los componentes del entorno familiar y social más próximo.

La primera evidencia el día después del seísmo es que en el hasta entonces hogar familiar se va a producir un significativo cambio: un cuerpo en la cama de menos y un cuerpo de más en el armario.

Tras el desconcierto del primer movimiento, comienzan a aflorar sentimientos entremezclados de despecho, traición, desprecio, celos, odio, deseos de venganza, etc., y las distintas réplicas sísmicas van dejando la evidencia de distintas pérdidas entre las que destacan las afectivas y las económicas.

Poco a poco se trata de superar el duelo debido a la ruptura y rehacer la convivencia con hijos y familia, Algunas veces, las menos, mientras se tramita la separación se pone fin al desacuerdo y otras, las más, se busca con premura una nueva relación sentimental con la que vengarse del "otro".

Pues bien, contra lo que pudiera pensarse, no son los profesionales de la psiquiatría, ni los psicólogos, ni tan siquiera los terapeutas familiares quienes más han profundizado en la dinámica de estos conflictos de pareja. Los que más han contribuido a su estudio son los creadores de esos relatos llamados cuentos, que la mayoría de las veces tienen una lectura adulta y que, paradójicamente, sólo leen los niños.

Si lo dudan, les citaré tres ejemplos. Los que nos ofrecen los protagonistas de tres famosos y conocidos cuentos: Peter Pan, Cenicienta y la Bella Durmiente.

En demasiadas ocasiones, y durante mucho tiempo, la mujer, como Peter Pan, se ha resistido a crecer, a bajar el telón de su niñez, otras veces ha elegido, como Cenicienta, instalarse en la cómoda dependencia, esperar que el hombre encuentre su zapato de cristal o, siguiendo el ejemplo de la Bella Durmiente, no ha encontrado otra forma de afrontar la crisis sino quedándose "dormida", paralizándose ante el conflicto, esperando que la solución llegue de la mano, o mejor dicho, del beso de amor de un nuevo "príncipe azul".

Por el contrario, la actitud de la mujer de hoy frente a estos tres ejemplos debe consistir en no resistirse a crecer, ni encerrarse en el interior de su "cocina", ni sumergirse en un sueño secular esperando que un mañana, más o menos lejano, le traiga, como el hada madrina, la respuesta a su problema.

La mujer de hoy debe enfrentarse con valentía al entorno familiar y social que la rodea, y atreverse a romper con la dependencia que tradicional e injustamente le ha "atado" al padre, a su pareja y, muchas veces, a los hijos.

Ello comporta salir al exterior de su miedo, romper el escudo consciente o inconsciente de la angustia que la paraliza y enfrentarse en la acera de cualquier calle, a las inconveniencias de los que se suponía amigos, a la sonrisa compasiva o irónica de muchos, a la incomprensión o al anatema de quienes viven instalados en el prejuicio de y de espaldas a su tiempo.

La mujer de hoy debe, en definitiva, saber superar soledades, desesperanzas y desamparos.

Miguel Arribas

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