La raja

Aunque el fin del mundo tiene sus ventajas, la de la tecnología no es una de ellas. En estos confines se masca el ambiente de frontera. Primero, por la cosa geográfica del Estrecho. Y por supuesto por el abismo entre Europa y África, entre el mundo rico y el mundo pobre, entre el norte y el sur. Vivo ( again and again ) justo al filo de la raja entre dos mundos, ora en una orilla, ora en otra.

Así que aquí, en tierra de nadie, me tengo que buscar la vida para el asunto de Internet. No tengo línea fija de teléfono, y por tanto ni asomo de posibilidad de ADSL. Esta circunstancia me ha convertido en una rastreadora nata de conexiones de alta velocidad.

Llevo mi memoria USB en el bolso, junto al mechero y el paquete de tabaco. Es decir, no voy ni a la esquina sin la seguridad que me brinda un pen driver 2.0 lleno de palabras, sueños e imágenes que revolotean de aquí para allá de una manera que es virtual pero no tanto.

Buscando conexiones para mi pen, tuve que echarme a la calle (¡a mi edad!) a buscar orificios mensajeros. Y descubrí no pocas variantes para la cosa de la comunicación global:

1.- Las casas de los amigos: Antes, cuando iba a casa de alguien, sólo preguntaba dónde estaba el baño. Ahora, antes incluso de pensar en evacuar mi vejiga, llego con la premura de evacuar mi pen de archivos. Y he venido en descubrir que últimamente me he relacionando con amigos-ADSL por la sencilla razón de que en cualquier momento me venía bien pasar a saludarlos y así enviar un par de cosillas y revisar el correo.

2.- Los cibers institucionales: Ya lo dijo Larra: Vuelva usted mañana . Todavía estoy por ver un ciber institucional en el que funcione todo a la vez. Y aquí incluyo: bibliotecas públicas con acceso a Internet(1), servicios de empleo autonómicos y nacionales, dependencias de grandes sindicatos con políticas de igualdad, espacios diseñados para quitar a los jóvenes de la calle....
A uno de estos últimos estuve yendo durante unos meses porque era gratuito. Ésa era la única ventaja. Por lo demás, únicamente abría de lunes a viernes de 11.00 a 13.00 horas(2), jamás funcionaba la impresora y cuando pregunté si tenían puerto para USB me miraron como si estuviera loca.
Aún así, como necesidad obliga, durante esa época escribía en casa y me llevaba los textos impresos. Una vez en el ciber, los volvía a picar para aprovechar la conexión. Así estuve tres largos meses. Hasta que un día se sentó en el ordenador que estaba a mi derecha un chico con un pen driver. Lo conectó y abrió su archivo sin ningún problema. Me quedé más que sorprendida, boquiabierta. Le pregunté al responsable de la sala si acababan de poner los puertos USB y me dijo que no, que de eso ya me había dicho que no había. Le señalé el PC de mi vecino, mostrándole que sí, que ya habían instalado esa opción -cuando menos- en ese ordenador. A lo que él se apresuró a contestar que eso no era ningún interfaz ni ná. Que eso era ER LÁPI. Que a ver si yo lo que estaba preguntando era por un " bujero p'a er lápi".

Se mi hizo palpable una vez más lo compleja que es la comunicación; la cotidiana y la que va por cable.

3.- Los cibers mercenarios: Séase, los que te sacan la pasta como si fueran vampiros. Son los que más servicios prestan (faltaría plus), pero no es fácil encontrar uno que lo reúna todo. Y si lo reúne todo, no te preocupes que ya te lo irán cobrando.
Cuando tengo disponibilidad económica y me coinciden los horarios, los prefiero. Aunque no siempre la oferta de la zona geográfica se ajusta a mis necesidades. Para mi sorpresa, descubrí que en los barrios urbanos de clase media apenas hay cibers mercenarios. No lo entendía muy bien, pues se supone que es esta clase media la más avezada en la internáutica. Hasta que una de mis amigas-ADSL me explicó que en ese barrio todo el mundo tenía alta velocidad en casa.
En cambio, en las zonas económicamente deprimidas, con alto índice de analfabetismo funcional y mucho paro, zonas en las que no hay ordenador en las casas, abundan los cibers. Llenos de adolescentes que juegan a guerras de rol, de peones de la construcción enganchados a los chats eróticos y de quinceañeras que se cartean con novios lejanos en lenguas exóticas.
En la mayoría de los cibers mercenarios te cobran un plus escandaloso en el momento en que desenfundas el pen. Argumentan que tienen que blindar sus sistemas inmunitarios frente a cualquier posible infección escondida entre los circuitos o los bits o algo de mi porta-cosas. Y siempre le echan un vistazo que denota un punto de precaución que es casi asco por mi mini-miembro electrónico.

Y así lo voy llevando en este principio de milenio, en el que me vine a vivir al fin del mundo en busca de mi lado salvaje, intentando obviar que hay caminos de la civilización que no tienen retorno. Queriendo olvidar que, en casi todo en la vida, soy tan solo eso que los informáticos llaman "una usuaria".

Y va a ser por eso, por usuaria, por lo que me toca seguir pagando los preservativos. Que ahora ya son virtuales, eso sí, pero más caros que el látex.

S.M

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e-mail de contacto: elraku@gmail.com

(1) La más importante de todas no tenía instalado el acrobat reader, por lo que no se podía abrir ningún archivo institucional (boletines oficiales, convocatorias públicas, listados, monografías, leyes...)
(2) ¿Pitaría eso de quitarlos 2 horas de la calle, y de lunes a viernes?