Los Mansos

En plena feria taurina de San Isidro, desde mi atalaya del tendido alto del 7, padeciendo un sol de justicia durante los cuatro primeros toros y respirando el humo de los miles de puros, observo cada tarde el comportamiento de los astados. Secundando al Jesulín de Ubrique de los guiñoles del Canal +, busco los paralelismos de la vida con este fascinante mundo de los ruedos.

El toro nada más salir al ruedo, se delata como manso o como bravo. Ni que decir tiene que la mayoría mansurrean y que el toro con casta está casi en extinción, ya que resulta incómodo a las grandes figuras del toreo -que influyen mucho en los mercados de la crianza del toro-. Esta situación se invierte cuando son novillos, ya que los novilleros tienen menos capacidad de elección y torean lo que les echen.

¿Qué es un toro manso? pues un toro que no se comporta como corresponde a su condición teórica de animal bravo y encastado, por el contrario es cobardón. Nada más salir a la arena se gira sobre sí mismo y mira la puerta de chiqueros con la intención de volver entrar en ella, como si quisiera regresar al claustro materno. Una vez en el ruedo, buscará siempre la desventaja del contrario para atacar, nunca va de frente y es imprevisible. En el tercio de varas rehuirá la pelea e irá con más probabilidad hacia un monosabio que al caballo. En la faena de muleta lo más probable es que aburra por su sosería, no exenta de traicionero peligro y finalmente buscará el refugio de las tablas para morir.

Dentro de la ley del mercado laboral, cada vez más global, impera la demanda de individuos mansos, seres torvos que no se atreven con sus superiores pero que no tienen inconveniente en atacar a los indefensos, sintiéndose fuertes en estas situaciones de desigualdad. Aunque su naturaleza cobarde les impida atacar los problemas de frente, siempre buscarán la puerta de salida; una vez que la vean cerrada, verán la manera oblicua de salir del paso. Un manso nunca se dejará los cuernos en ninguna tarea, en todo caso alguien de su alrededor puede recibir una cornada cuando menos se lo espere. A estos individuos se les suele señalar con el refrán taurino: "que Dios me libre del buey manso que yo me libraré del malo". Olvidan los que demandan individuos mansos, que las faenas que se pueden hacer con ellos carecerán de emoción y entusiasmo, serán mortalmente aburridas y en algunos casos peligrosas.

En las Bienaventuranzas, una de ellas decía: "Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad". No sé si la semántica de mansos es la misma que aplico en comparación con los toros, pero es bien cierto que alguien les ha dado la tierra por heredad y me niego a creer que haya sido Dios. En esta tesitura, a los que no son mansos solo les queda acogerse a esta otra bienaventuranza: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados" ¿Dónde? ¿Cuándo?

Lula

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