Maneras de vivir

Hoy me he acordado de una historia de nadadores. En realidad son solo un par de escenas de una película cuyo nombre y cuya trama soy incapaz de poner en pie.

La enjundia de lo que recuerdo gira en torno a la competencia que hay entre dos hermanos (hombre rico-hombre pobre), competencia que iniciaron en la infancia, en el mar, y que arrastraron durante toda su vida.

En realidad todo empezó como un juego en la playa entre dos hermanos. El mayor era más fuerte y atlético, pero no había brillo en sus ojos. El pequeño, a pesar de la desventaja de sus años y su cuerpo menos dotado, volaba con su imaginación a lugares en los que nada podía alcanzarle. El juego consistía en nadar mar adentro. Y perdía el que antes se diera la vuelta y comenzara a nadar de regreso a la playa.

Cada año, desde que el pequeño cumplió diez años, repetían la hazaña. Y cada año, hasta que dejaron de ir a la playa con sus padres, el pequeño ganaba y continuaba nadando un trecho mar adentro cuando su hermano, vencido por la prudencia y el cansancio, gritaba: “¡Yo me vuelvo ya!”, con lágrimas de rabia en los ojos y calambres en las piernas.

En la siguiente escena que puedo recordar de la película, los dos hermanos son viejos. Y el más viejo, azuzado aún por la envidia ante la fortaleza de su hermano pequeño, le pregunta:

- ¿Cómo hiciste para ganarme siempre, siendo más pequeño y menos fuerte que yo?
Y el pequeño, que también era viejo pero aún le brillaban los ojos, le contestó:
- Porque yo nunca me guardé nada para la vuelta.

S.M

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