Qué bello es rejuvenecer

Una buena amiga, rebuscando en su disco duro encontró un relato que escribí a finales de enero y me insinuó que lo publicase. Me había olvidado de él, pero al leerlo me evocó esa semana negra que, vista con los ojos de la primavera, quedó muy diluida de tintes oscuros. El relato está escrito en caliente, y salvo algún nombre comprometedor lo he respetado bastante y evitado en la medida de lo posible caer en tentaciones literarias.

Con la llegada del euro, los sistemas de Información fueron tratados con los consiguientes parches sor Virginia (1) , que a un módico precio los adaptaban a la nueva moneda. Uno de estos sistemas de la empresa donde trabajo, el que genera la ansiada nómina de los trabajadores por cuenta ajena, sufrió su eurotratamiento con algunos efectos secundarios que dieron origen al siguiente relato:

Miércoles, 30 de enero 2002:

Hoy he tenido un día de esos que no se olvidan, pero por si acaso dejo constancia escrita a la vez que lo utilizo como terapia unipersonal y económica para que la paz vuelva a mi corazón y se despeje mi mente de instintos violentos.

Igual que pienso que las cosas están de Dios o no, he llegado al convencimiento de que la casualidad no existe. El Lunes recibí un aviso al que no di demasiada importancia pero que ha ido marcando la semana hasta culminar en este miércoles negro. El aviso era una notificación con mi sueldo del 2002 en euros. Al mirar la cantidad y convertirla a pesetas para ver cuánto me habían subido, vi con incredulidad que mi sueldo bruto había retrocedido a valores propios del año 1996. Inocentemente pensé que era un error con estas cosas del euro y no le di mayor importancia. Llamé al Jefe de personal y le comuniqué que la notificación estaba equivocada; quedé, pues, a la espera de recibir otra más acorde con los tiempos. Pasó el tiempo y el martes por la noche miré el estado de mi cuenta corriente y ¡Horrooooooooorrrrrrrrr!: me habían ingresado un ridículo salario similar al que percibía en 1996. El miércoles por la mañana busqué el impreso con la nómina pero todavía no lo habían distribuido. Empiezo a darle importancia al asuntillo y llamo de nuevo al Jefe de Personal; está reunido en cónclave, por lo que pido que me pasen con alguien que me pueda dar una explicación. Me pasan con una señorita que me dice que no hay ningún problema, ya que mi sueldo bruto coincide con el de la notificación que me han enviado. Es decir, retroceso a 1996 de nuevo. Como me empiezo a poner nerviosilla y esto empieza a parecerse a una novela de Kafka, llamo al Jefe de la señorita que me ha atendido y no me da razón alguna. Dado que la temperatura temperamental va en aumento, me decido por mandar un e-mail lo más frío posible al Jefe de Personal y quedo a la espera de sus noticias.

Llego a casa. Desempolvo mi pasado laboral en forma de nóminas y notificaciones y me diseño mi hoja de cálculo. Empiezo a desenterrar mis nóminas del 90 y qué tristeza me produce ver de qué forma tan raquítica han crecido ¡Qué pago tan mísero a tanto esfuerzo! Con esto toco fondo pero no me dedico a escarbar, sino a ver algo positivo en esta situación. Y de repente me encuentro con que tengo el sueldo de cuando no era cuarentona, me lo pasaba bien en el trabajo, celebrábamos el amigo invisible, le llamaba merluzo a mi jefe sin que me pasase nada y trabajaba por algo más que por dinero...

¡Qué bello es rejuvenecer!

Lula

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P.D. Al final se aclaró el entuerto y me pagaron lo que me correspondía, pero lamentablemente nunca me pagarán lo que merezco

(1) Llamase parche a una solución de emergencia, casi siempre chapucera, para modificar una funcionalidad de un sistema informático. Sirva como ejemplo Microsoft, cuya generación de parches es continúa, no logrando jamás que el sistema sea estable y seguro. Lo de Sor Virginia es una licencia literaria que alude los parches que alivian el dolor en la zona donde se aplican