Volver a Página principal

San Isidro 2004

26ª de feria. Corrida de toros
Toros Samuel Flores y Mª Agustina López Flores Encaste: Parlade- Gamero Cívico.
Terna Manuel Caballero. De azul y oro. Pinchazo hondo y dos descabellos. Aplausos. Perpendicular y caída. Aviso.
Fernando Robleño. De morado y oro. Sartenazo infame y estocada trasera. Pinchazo y estocada.
Sebastián Castela. De malva y oro. Estocada desprendida. Metisaca y estocada trasera. Aviso.
Presidente D. César Gómez Rodríguez.
Comentarios Haciendo caja

 

En algunas actividades de la vida, hoy se comienza con una edad más temprana que hace años a ejercer la profesión. Por ejemplo, si antes un tenista alcanzaba la madurez a los 25 años, hoy a esa edad esta prácticamente terminando su carrera deportiva.
A los toreros les ocurre lo mismo y algunos alcanzan la fama y la riqueza cuando aún no han alcanzado esa edad. ¿Qué ocurre entonces?. Que como la mayoría han dicho todo lo que tenían que decir, pues comienzan a ser repetitivos, y claro, el público se cansa de ellos.
Este año ha habido un torero que ha pasado por la feria dos tardes y, aunque ya ha pasado de la edad referida anteriormente, ni siquiera ha intentado estar digno y dejar un buen sabor de boca en los aficionados. Me refiero a Manuel Caballero. Este alcanzó un nivel como matador, y lleva unos años que da pena verlo. Da la impresión que va a las plazas a “hacer caja”, y a recoger los beneficios que en su día le proporcionó el ser apoderado por la casa Lozano. Y ahí está el hombre, esperando que algún amigo sincero le recomiende que ya es hora de retirarse.
En sus dos toros no hizo absolutamente nada, y antes había toreros que cuando no estaban inspirados hacían una faena de aliño y entraban a matar, claro, se exponían a una monumental bronca, pero era su papel. Ahora toreros como Caballero, aparte de torear al revés e intentar engañar al respetable, se ponen pesados y hasta causa pena verlos arrastrarse por las plazas recibiendo avisos innecesarios.

Fernando Robleño sí lo intentó, estuvo valiente pero su lote no le acompañó, y claro, se topó con unos toros que nada se podía hacer, solo reflexionar con sus picadores sobre la actuación de estos.
Su primero tenía en la cabeza más leña que una tahona, pero fue muy mal picado y, en la segunda vara, el picador le zurró la badana. A pesar de todo, el toro llegó con un poquito de codicia a la muleta, pero Robleño cometió el error de no obligarle con unos pases de castigo y el toro impuso su ley, y esta fue la peligrosidad ya que rebañaba por ambos pitones.
El quinto en la primera vara empujó con cierta fijeza, pero también fue mal picado por el piquero de turno.
El torero brindó la faena a la cuñada de Leticia Ortiz(1), Elena de Borbón.
En la muleta, el toro era un cadáver, ya que había perdido la poquita fuerza que tenía y su comportamiento fue peligroso, ante lo cual, Robleño nada pudo hacer, solo intentarlo.

Sebastián Castella fue el único torero de la terna que consiguió dar alguna verónica suelta a su primer toro, que tuvo una embestida clara con el capote, bajando los brazos y embarcándo con lentitud la embestida, y claro, ante tanta sequía, es de agradecer. Me preocupa seriamente la poca práctica que se está llevando de esta suerte, como de otras, porque si en los festejos que llevamos a nuestras espaldas no se ha producido nada digno de recordar en el toreo de capa, presiento que algo está cambiando en la fiesta. No me extrañaría nada que dentro de pocos años nos tengamos que referir al recuerdo de esta suerte tan bella.
El burel no valía un duro, perdió las manos en su pelea con el caballo, aunque eso sí, para no variar fue muy mal picado.
Comienza la faena con un pase cambiado, llamado también el pase de las flores, y el toro se cae en la embestida y a la salida del pase, con lo que dio muestras de su debilidad. Intentó torearlo con suavidad con la izquierda, pero era inútil, siguió en redondos al hilo del pitón, y claro, sería repetir lo dicho en muchas ocasiones, eso en Madrid no gusta, y claro, el respetable aficionado comenzó a bostezar.


Sale el sexto, y en su encuentro con el capote, debido a su codicia, Castella no puede con él. En la primera vara el toro empuja metiendo los riñones. ¡Albricias! Un toro en la feria empujando con fijeza. ¡Deberé estar viendo visiones!. Juro que no he bebido, pero a ver quién se cree eso. Es mi palabra contra la de vosotros.
El piquero es un “pinchauvas”, y claro, la suerte en su ejecución final es un desastre. El toro entra al caballo por la parte que no tenía protegida y al parecer le hace daño y tiene que terminar la suerte el de reserva.
El monosabio quiere ser el protagonista tirando del rabo del toro y extralimitándose en sus funciones en el ruedo, seguro que llevado por su buena fe, no lo dudo, cuando este acosaba al caballo; pero la afición, siempre la afición, esa que algún gacetillero vividor de baja cama y de estirpe desconocida se permite criticar y llamarla borracha e indecente en los papeles de un periódico. Si D. Torcuato levantara la cabeza, mandaría a galeras a quien ha permitido que eso salga a la luz y que esas tropelías escritas se pongan delante de los ojos de personas serias. Esa afición, como decía, pendiente y guardiana de que se cumplan las normas en el ruedo obligó con sus protestas al alguacilillo a llamar al orden al monosabio, y así dejar a los profesionales hacer su función.


A lo que iba, el toro se llamaba Marañito, y tenía unos pitones dignos de los animales de su estirpe. Este toro salvó la tarde y seguramente al ganadero, ya que todo lo que había salido por chiqueros anteriormente le habría levantado dolor de cabeza, y hasta si me apuran ponerlo en el dilema: ¿Qué hago con el resto de los toros cuatreños?.
El toro va con alegría a la muleta, pero el torero no sabe qué hacer con él. Seguro que eso se salía del guión que le habían explicado en la escuela taurina.
Sr. Gacetillero anterior, entérese, y si necesita preguntar hágalo, que esos son los toros que hay que poderles e inventar el toreo con ellos, no con los inválidos que torean las figuras que Ud. y la afición sabemos.
Como decía, el torero daba trapazo tras trapazo toreando para afuera y sufriendo enganchón tras enganchón en la muleta, y claro, pasó lo que tenia que pasar, que se quedó al descubierto y el toro lo enganchó, lo que hizo pasar a la plaza un verdadero susto, porque tal y como se desarrolló la cogida y la actuación tardía de la cuadrilla, pensamos que la cogida podía ser grave. Afortunadamente no fue así y el torero pudo acabar con la vida del toro echándole valentía.
Recibe un aviso por su labor y mata de un metisaca y una a estocada trasera.

 

 

Pepeillo

Más crónicas taurinas de Pepeillo, pulsar aquí
e-mail de contacto: seccionfemenina@gmail.com

(1) Con “z” de Letizia. Ya las infantas no son sino cuñadas

 

Volver a Página principal