La primera sorpresa es que de la supuesta corrida terrorífica de Miura, que cada uno se habría formado en su imaginación, nada de nada, y me alegro, ya que tampoco es necesario que salga ese tipo de mulo manso, descastado y peligroso al que nos tiene acostumbrados esta ganadería.
El caso es que los toros de este encaste, puros desde los orígenes de su formación, tuvieron un comportamiento como cualquier otro, y a excepción del segundo, todos demostraron una flojedad manifiesta. El sexto fue devuelto por un defecto en la pata derecha que cuando la movía surcaba la arena. Conclusión, la corrida fue floja y mansa, con la excepción del segundo.

Se llamaba Pepón y le tocó en suerte a Juan José Padilla. Diremos que el toro lo primero que hizo al salir al albero fue buscar la salida, dándose un garbeo por la barrera, midiendo, y también perdió las manos. Pero qué contraste, seguro que todo eso era porque no había encontrado en la plaza ningún signo de motividad. Lo encontró en el caballo.
En la primera vara el picador se agarra en lo alto, raro, pero cierto, le tapa la salida. ¡Qué vicio!. Si Miguel Atienza levantara la cabeza y viera en lo que ha degenerado su invento.
El toro se enceló con el caballo, y en la segunda vara se arrancó de largo, signo de bravura, pero siguió dando muestras de debilidad.
Aquí viene la segunda sorpresa; Padilla, torero-banderillero donde los haya, vulgar también donde los haya, rayando muchas veces en la parodia, dio una chicuelina muy ajustada, marcándole la salida al toro con poca tela, sólo una, pero han pasado todas las supuestas figuras del escalafón por la feria y nadie lo ha hecho mejor. Colocó dos buenos pares de banderillas asomándose al balcón, en el segundo par el toro le echó la cara arriba y aguantó el arreón en el embroque, salió de la cara del toro con mucha dignidad torera.
Pero vino la muleta. ¡Ay la muleta de Padilla!. Y de muchos más. “Pídele a Dios que no te salga un toro que meta la cabeza”, decía el maestro al aspirante a torero. Y así fue, el toro metió la cabeza con gran nobleza, y él, gota a gota fue perdiendo la oportunidad de abrir la Puerta Grande.
Solo tengo anotados dos naturales muy templados, porque la serie de recibo que dio de hinojos fue para calentar el ambiente. Después vinieron los redondos muy vulgares, ese si era el Padilla que conocemos. Solo le recomiendo una cosa, que siga en ese camino, la afición se lo agradecerá.
En su segundo toro, un inválido, no hay nada que destacar. En las banderillas estuvo vulgar y el toro quedó para el arrastre ya que no podía con su alma.

En sexto lugar se corrió un sobrero de Rivera Ordóñez, al ser devuelto el de Miura por lo expuesto anteriormente. Derriba sin consecuencias al caballo debido a la nulidad del picador.
El toro está avisado y tiene una embestida corta y D. Miura se limita a aburrir a la parroquia. Este torero debía plantearse su futuro al margen de los toros.

De Zotoluco no sacamos nada en claro, excepto que no se ha acoplado con el ganado que ha tenido que lidiar. El primero, un inválido, lo pican trasero y salvo un buen par de Carlos Hombrados, nada que destacar. Con la muleta el toro no tiene codicia y con ello falta la emoción. El torero tampoco transmite nada.
En el cuarto, la cuadrilla lo hace todo al revés: el torero torea al revés y el picador también, tapándole la salida. Con la muleta el toro embiste con la cara alta y al torero se le ve desconfiado.

A modo de recordatorio: Las autoridades competentes deberían cuidar un poco más los detalles. Ayer se volvieron a equivocar en la divisa de los toros, ya que salió uno de la Ganadería de Ribera Ordóñez con la divisa de Espartaco, y es la segunda vez, que recuerde, que ocurre en esta feria.

Pepeillo

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