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San Isidro 2005

21ª Corrida de feria, 31-5-2005, Plaza de toros de Las Ventas del Espíritu Santo.
Toros Toros de Miura. Encaste: Cabrera y Gallardo.
Terna José Pedro Prados, “El fundi”: Verde botella y plata. Estocada caída en la suerte natural. Silencio. Dos pinchazos y estocada habilidosa. Silencio.
José Ignacio Ramos: Rosa y plata. Estoconazo de bella ejecución y tres descabellos. Aplauso y saludos desde el tercio. Dos pinchazos, estocada, aviso. Aplausos.
Juan José Padilla. Champán y oro con remates en negro. Estocada caída trasera y atravesada. Escasa petición. Saludos desde el tercio. Metisaca y estocada baja. Aplausos.
Presidente D. César Gómez Rodríguez.
Comentarios Un lío vergonzoso


La lluvia es tan necesaria que bendita sea la que cayó ayer por la tarde sobre Madrid, lo que ocurre es que la que cayó sobre el albero de Las Ventas puso en ridículo a los que dirigen los festejos taurinos en este coso.

La tarde iba mal, los dos toros que se habían lidiado de Miura fueron dos toros impresentables, destartalados y sin casta y lo único destacable había sido la disposición del torero ante el segundo, un galán corniveleto, sobrero de Puente Frontino que se quedaba corto en la embestida, y la estocada sensacional que le recetó, porque los pares que se habían repartido los maestros fueron la mayoría a toro pasado, excepto los de Padilla, que se asomó al balcón. El Fundi no estuvo bien en su primero. Toreó con ventajas, posiblemente un poco abúlico ya que el toro había sido protestado.

Fue durante la faena del tercero, otro sobrero de Puente Frontino, por parte de Padilla cuando comenzó a llover con fuerza que inundó el ruedo en cuestión de minutos y el torero estuvo muy valiente, y quien conozca a este torero, no parecía él. Dio series por ambos pitones y dadas las circunstancias estuvo muy torero. Cuando dobló el tercero, comenzaron a ponerse nerviosos los toreros en el callejón, dado que el ruedo estaba impracticable y ponerse a lidiar en esas condiciones era un riesgo muy grande para ellos, pero salió el cuarto de la tarde, y lo único que pudieron hacer los toreros es cumplir los tercios reglamentarios y matar al toro. No fue una decisión acertada el seguir la lidia en esas condiciones, pero no acabó ahí el problema. A continuación anuncian por megafonía que la corrida se suspende por decisión de la autoridad y de los toreros. El público, descontento, comenzó a lanzar almohadillas sobre el ruedo a la vez que abandonaban los tendidos.

Los toreros comenzaron a discutir entre ellos y con los representantes de la autoridad en el callejón. Al parecer no se había contado con ellos para anunciar la suspensión de la corrida, ya que ellos querían torear, y al cabo de un tiempo, anuncian de nuevo por megafonía que la corrida se va a reanudar. ¡Incomprensible! pero no terminó ahí el problema, poco después vuelven a anunciar por megafonía que la decisión de torear la han tomado los toreros.
A partir de aquí todo se sacó de contexto. ¿Qué pintaba la autoridad? Si debía o no debía continuar el festejo era una decisión de los toreros y de los representantes de la ley, y según estaba el ruedo primaba más aplicar el sentido común que la voluntad de los toreros de continuar con la lidia, ya que tanto para Ramos como para Padilla era la única oportunidad que tenían en esta feria.

Lo que quedaba en toriles eran dos pavos de Miura. El segundo de Ramos con una enorme cabeza sirvió para que el coleta sacara la casta torera e intentara llevar a cabo la faena que no tenía el toro, demostrando que hay muchas maneras de ser torero. Padilla recibió a su segundo, sexto de la tarde, con dos largas cambiadas, enrabietado también por no contar con ellos en decisiones de ese tipo. Pareó con alegría, poniendo el primer par arriba y el último al violín. Con la muleta estuvo muy dispuesto y hasta intentó el toreo al natural ante un toro que, como todos los anteriores, el ganadero equivocó el camino y en vez de llevarlos al matadero se los vendió a los empresarios de las Ventas. ¡Nunca hubiera esperado esto de Miura!.

Pepeillo

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