La novillada sacó genio y algunos novillos fueron encastados, aunque con el caballo no demostraron nada especial, pero los picadores tampoco estuvieron finos, y algunos se merecieron volver a la escuela. Los novilleros, por su lado, se estarán acordando de esta novillada algún tiempo, y si no lo hacen es que no merecen ser toreros.

Si derribaron en el caballo, como lo hizo el segundo y a punto estuvo de hacerlo el tercero, fue por la incompetencia de los montados más que por el empuje de los astados. Como exponente de la incompetencia destacaré a Francisco Javier Grande que puso la primera vara de la tarde en la paletilla del primer novillo. Seguro que no se había despertado de la siesta aún. Hubo otro detalle de feas hechuras. Se lidiaba el cuarto de la tarde y Agustín Sanz Navarro , de la cuadrilla de Francisco Javier , recibió al novillo marcando la vara arriba, donde se debe picar, pero rectificó incomprensiblemente y volvió a colocar la puya trasera para no destacar de sus compañeros. Más incompetencia, imposible.

Novillos para haberse hartado de torear de muleta hubo y varios, pero fueron desaprovechados todos. El primero, de Marco Antonio Gómez , trajo en jaque a toda la cuadrilla, y cuando lo recibió de muleta se dobló con el muy torero indicándole al burel quién mandaba en el ruedo, pero desgraciadamente, y salvo algunos muletazos con temple que le recetó, ahí acabó todo. En su segundo, quinto de la tarde, perdió una gran oportunidad, ya que hizo de todo menos torear, sacando algún redondo templado pero fuera de cacho. El novillo se mereció unas manos más experimentadas.

Francisco Javier recibió de capote a su primero con unos capotazos ejecutados con las manos bajas y ganándole terreno a su enemigo, pero con la muleta demostró la misma destreza que su compañero de terna, es decir, ninguna, aunque el novillo gazapeaba un poco, fue incapaz de corregirle el defecto toreando y lo único que consiguió fue que lo arrollara sin consecuencias, gracias a que el astado era un alma de la caridad. A su segundo estuvo dándole mantazos durante toda la faena, dejándose ir un novillo de lujo, para ponerse a torear al natural cuando el animal no tenía casi recorrido. ¡Una pena!

Javier Blanco tuvo un descuido al abrochar con el pase de pecho la primera serie de redondos que dio a su primero, y se lo llevó por delante, rompiéndole la taleguilla, dedicándose después a dar pases sin templanza y sin ningún fundamento torero. En su segundo, un toro de verdad, con trapío incluido, lo recibió con un pase cambiado desde el centro del redondel, pero todo lo que vino después fue tan vulgar como lo realizado por sus compañeros de terna. Si este es el futuro, apaga y vámonos.

Pepeillo

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