Siniestro total II

(continuación de siniestro total)


En el blog de mi amiga virtual María, un pequeño experimento, en un post titulado "Pinché" contaba sus dificultades para cambiar la rueda de su coche. Su lectura afloro mis vicisitudes con mi halcón milenario, que reúno en este relato para diversión de los lectores.

Después de la primera crisis del siniestro total de mi "halcón milenario", cuando las aseguradoras nos dieron la razón y se avinieron a correr con los gastos del destrozo que provocó el BMV rojo, entró de nuevo al taller como coche abollado y una semana después salió perfectamente arreglado, limpio como una patena, de un blanco deslumbrante, como nuevo, toda una pieza en perfecto estado para un coleccionista de coches de culto.

Renacido de sus cenizas y conduciéndole con mimo hasta casa para conservar su esplendor, lo dejé aparcado en la calle. El "halcón milenario" nunca durmió en garaje, siempre tuvo el cielo por techo y está acostumbrado a los rigores del clima de Madrid. Pero en el cielo no sólo hay estrellas, también hay pájaros nocturnos que se juntan para retornar a la tierra lo que su aparato digestivo desecha. Esta materia orgánica, tan buena para los huertos, no es de ningún aprovechamiento para la carrocería de un precioso Golf GTI.

A la mañana siguiente me encontré el coche tan cubierto de esa materia orgánica que casi no podía abrirlo sin tocarla. Haciendo de tripas corazón conseguí entrar dejando los escrúpulos aparcados para otro momento. Después de la "cornada laboral" lo tuve que llevar a un sitio de lavado a mano para poder ver de nuevo su luminoso color blanco.

Esa noche me dije: "antes muerta que dejar el coche bajo un árbol o farola". Busqué un lugar despejado de sombras y allí lo dejé. Cuál no fue mi sorpresa cuando amaneció con los limpiaparabrisas doblados. El derecho lo pude recuperar, pero el izquierdo se quedó paralítico. Conté hasta tres, busqué algo positivo y lo encontré: "en el mes de junio llueve poco" y me centré en un problema más acuciante, había que poner gasolina.

Cuando llegué a la gasolinera descubrí que no había ningún surtidor que despachara gasolina de 97 octanos. Como en un cuento de terror me sentí víctima de una confabulación y me fui un poco exaltada hacia el mostrador. Allí me informaron que ya no había gasolina para el "halcón milenario", que le tenía que poner de 95 y añadirle un poco de sucedáneo de plomo para que le sentara bien. Me fui con el botecito del veneno de plomo y fui incapaz de abrirlo. Cuando me percaté de que parecía que estaba haciendo kun-fu en mi afán de abrir el maldito envase y que las cámaras de seguridad podrían estar inmortalizando ese momento, me erguí sobre mis dos piernas y me dirigí de nuevo al mostrador. Allí me informaron que tenía un cierre de seguridad y que había que presionar hacia abajo para abrirlo(1).

Le puse la gasolina y le añadí el veneno de plomo con todo el dolor de mi corazón sintiéndome culpable de un delito ecológico, pero mi "halcón milenario" necesitaba combustible para estar operativo. Pensaba que no le podía pasar nada más, pero siempre me quedo corta en mis estimaciones. A la mañana siguiente se encendió la luz del radiador(2), le faltaba agua. Subí a casa y busqué algún envase de agua mineral, pero el día anterior le había obligado a mi benjamina a deshacerse de una colección de botellas vacías que tenía sobre su mesa de estudio y me tuve que conformar con un tarro de cristal que antaño contuvo aceitunas(3). El circuito del agua tiene una fuga o al radiador le ha salido un poro, pero prefiero la incertidumbre que quedarme sin coche otra semana.

Así voy tirando para adelante con el "halcón milenario". En el maletero llevo los primeros auxilios: el veneno de plomo, el tarro de las aceitunas y un par de botellas más que me he agenciado estos días. Bien podría, ahora que sé abrirlo con soltura, beber un traguito de veneno plúmbeo y terminar con este mundo cruel, pero cuántas aventuras me perdería y mi curiosidad no me permite estas flaquezas.

Lula

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(1) Pensé en el cierre de seguridad que llevan los artículos de limpieza, pero en éstos se presiona en el lateral. Soy muy cartesiana y no se me ocurrió que hubiese otra manera.
(2) También se enciende la luz de la batería, pero es una falsa alarma.
(3) Un poco patético.