Teruel existe

Fue un 29 de diciembre cuando nos dispusimos a gastar el último bono "cinco noches" de los Paradores Nacionales que nos caducaba el 31 de diciembre, como siempre, apurando hasta el último momento. Empecé buscando el Parador más cercano a Madrid, primero seleccioné el de Toledo pero estaba completo, intenté reservar en el de Ávila con el mismo resultado, seguí probando con Guadalajara y Cuenca, pero no quedaba ni una sola habitación. Abrí más el círculo de búsqueda hasta que encontré el de Teruel en el que nos acogían por el fin de semana y para allí nos marchamos.

El Parador de Teruel se encuentra situado a la entrada de la carretera que viene de Madrid, por lo que fue muy fácil localizarlo (1). Generalmente los Paradores están ubicados en edificios emblemáticos como antiguos conventos, castillos o palacios y son muy pocos los de nueva construcción. A este último grupo pertenece el de Teruel que se construyó sobre los años cincuenta. La fachada exterior es muy austera, el vestíbulo formado por una cúpula sujetada por columnas tiene cierto encanto y las escaleras y pasillos evocan a los antiguos balnearios.

 

Cuando llegamos, el sol había desaparecido y la hora de cenar estaba próxima. El Parador está situado a las afueras, por lo que tuvimos que desplazarnos en coche hasta la ciudad. Entramos por una empinada cuesta que lleva directamente al Paseo del Óvalo, al que también se puede acceder por una impresionante escalinata construida cuando era alcalde José Torán(2). Aparcamos en la plaza del Obispo, junto a la Catedral, y nos dimos un paseo buscando la zona de bares para despistar el hambre.


Somos más de acodarnos en las barras y cenar picoteando en varios sitios que de sentarnos en una mesa a mantel puesto, por eso me sorprendí cuando entramos en un mesón y en vez de dirigirnos a la barra, mi marido se fue directamente a una mesa dispuesta para una cena formal. Su comportamiento se podría catalogar en términos taurinos como "se acochinó en tablas"(3) y la causa fue el aire gélido que cortaba como un cuchillo allí por donde se colaba. Teníamos los ojos llorosos, la nariz a punto de cuartearse y las orejas con riesgo de desprenderse de nuestra cabeza. Resguardados del frío y reanimándonos a fuerza de vino, cenamos abundantemente hasta que reunimos el suficiente valor de salir de nuevo a la intemperie.

Nos fuimos a tomar una copa para cerrar la noche. Muy cerca del restaurante, subiendo por una estrecha cuesta, como una aparición, surgía majestuosa la torre mudéjar de San Salvador(4). Impresionados por la belleza de la torre, una auténtica filigrana de ladrillo con adornos de cerámica, que ejecutan perfectas series geométricas, casi se nos pasa desapercibido que a su pie había un bar de copas llamado, como no, "La torre". Entramos para rellenar de combustible alcohólico nuestros estómagos, tanto para compensar los excesos del colesterol de la cena a base de embutidos de la sierra de Albarracín, como para recuperar el calor perdido en el trayecto desde el restaurante hasta el bar.


Los turolenses, más habituados a las bajas temperaturas que nosotros, tomaban copas en mangas de camisa y algunas chicas se permitían la osadía de llevar los brazos al descubierto. El techo del segundo piso del bar era de cristal y permitía disfrutar de la vista de la torre.
Nos tomamos los gintonics discutiendo sobre la solución del techo de cristal, que a mí me parecía ingeniosa, pero a mi marido, más entendido que yo(5), le parecía una ñapa. Opinaba que había que demoler los edificios que encajonaban la torre para dejar el entorno diáfano y que pudiera contemplarse la torre por los cuarto costados. Una vez que arreglamos el mundo con una copa en la mano pensamos que era hora de retirarse al Parador.

En ese momento fuimos víctimas de la venganza de Teruel contra Madrid. Los turolenses dicen "Teruel existe" lamentándose del olvido de la Administración Central, o sea Madrid, para con ellos. En justa correspondencia, olvidaron que Madrid existe cuando pusieron la señalización de las carreteras. Buscamos afanosamente un cartel que pusiese dirección Madrid para regresar al Parador, pero los carteles indicaban Valencia, Zaragoza y otras localidades. El resultado fue que pasamos tres veces por el Paseo del Óvalo.

Cuanto todo indicaba que volveríamos a pasar por allí una cuarta vez, nos encontramos a la Policía Nacional, que nos hizo señas para que parásemos. Nos pidieron la documentación a los dos y nos preguntaron quién era el dueño del coche. Daba la impresión que ya lo habían averiguado ellos por su cuenta y esperaban que les cuadrase la respuesta. Luego nos preguntaron qué hacíamos en Teruel, a lo que respondimos que estabamos de fin de semana y totalmente perdidos en la búsqueda del Parador. Llamaron al Parador para comprobarlo y como les cuadró la respuesta nos escoltaron hasta allí.

Una vez en la habitación, estabamos comentando entre risas que si no es por la Policía estaríamos aún dando vueltas, cuando en la televisión dieron la noticia que esa tarde se habían encontrado explosivos en la vía del tren de Teruel. Nos quedamos blancos como la pared al saber que hacía unos minutos éramos sospechosos de terrorismo.

 

Lula

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(1) Afortunadamente todos los Paradores Nacionales están muy bien señalizados en todos los lugares donde se encuentran, es más, es la entidad mejor señalizada de toda España.
(2) La estirpe turolense de los Toranes dio muy buenos frutos. El Alcalde Pico Torán terminó el Ayuntamiento y levantó la Plaza del Torico, su nieto, José Torán, Ingeniero de Caminos y también Alcalde de Teruel, construyó la escalinata y el viaducto, además de arruinar a su madre por adoquinar algunas calles. Murió prematuramente a los 41 años después de una intensa vida y hasta sus oponentes políticos sólo tuvieron buenas palabras sobre su persona. Su hijo, también llamado José Torán, fue un Ingeniero de Caminos de proyección internacional. Fue osado, emprendedor, imaginativo, culto, matemático y artista. Una pincelada que puede dar una idea de su personalidad es que tuvo siete hijos y todas las iniciales de sus nombres empezaban por "L" como el nombre de su mujer, Leonor. Existe un libro sobre este Ingeniero tan peculiar escrito por Angel del Campo Francés y titulado "José Torán, un Ingeniero Insólito". La primera Ingeniera de España fue Isabel Torán Carre, prima de José Torán (padre), que no pudo ser Ingeniera de Caminos por el machismo reinante de la época y cursó Ingeniería agrícola.
(3) El término Acochinarse en tablas proviene de la tendencia de los toros mansos a refugiarse en las tablas del ruedo y quedarse inmóviles. En la vida real se aplica a actitudes acobardadas.
(4) La torre de San Salvador es una de las cinco torres mudéjares de Teruel, junto a las de la Catedral, San pedro, San Martín y de la Merced.
(5) Es urbanista.