Utopía veraniega

A lo largo de la geografía nacional, al igual, me imagino, que en los territorios bárbaros, ha proliferado durante todo el verano un curioso y pertinaz espécimen de la fauna humana.

Se trata de un ejemplar que a semejanza del oso polar suele "hibernar" o en todo caso mostrarse menos visible el resto del año, y que solamente surge masiva y "ostentóreamente" cuando se aproxima el verano.

Previo a realizar su puesta en escena -que elige en función de sus posibilidades esconómicas o el límite de su tarjeta de crédito- aunque sus preferencia son Benidorm y Marina d´Or -realiza una concienzuda puesta a punto.

Para ello aparte de tunnear su vehículo, llenarle de llamativas pegatinas y aumentar los decibelios del equipo musical, se inscribe en un gimnasio con el objeto de eliminar algún excesivo diámetro y tiñe su musculatura, con la ayuda de los rayos UVA, de un subido color marrón.

Revisa y actualiza la indumentaria del pasado verano y procede a actualizarla con prendas en las que dominan los colores más vivos y los distintivos de las marcas más en moda. Lo completa con unas originales gafas de sol, unos cuantos piercings, algún que otro tatuaje y un Rolex deportivo de imitación.

Ya sólo le queda ponerse en acción. Es fácil verle pasear por la orilla del mar o el borde de la piscina en una clara actitud de ridículo pavoneo.

En su escenificación busca acentuar su perímetro torácico a través de forzadas inspiraciones que logra sostener hasta límites insospechados. Solo cuando siente síntomas alarmantes de falta de oxígeno, se refugia en un lugar fuera de las miradas y allí respira durante unos segundos para volver de nuevo a "sacar pecho".

En un somero estudio psicológico este curioso personajes presenta una combinación aleatoria de alardes exhibicionistas, grandes dosis de narcisismo, unas pinceladas de paranoia y un cociente intelectual que roza lo borderline.

Pero como el que no se consuela es porque no quiere, estos personajillos tienen afortunadamente una vida tan corta como la de las mariposas y duran lo que le permite su período vacacional.

Pero también es obligado preguntarse ¿qué sería del verano sin estos curiosos personajes, el olor penetrante de aceites bronceadores, los molestos mosquitos, o las clásicas canciones del verano?

Pues algo tan irreal, queridos amigos y amigas, como una bella utopía.

Miguel Arribas

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