Vivir para comer

La mayor brecha cultural entre los latinos y los anglosajones es la forma en que está presente la comida en sus vidas. Esta diferencia insalvable los separará desde la tierna infancia hacia posiciones divergentes, los primeros vivirán para comer y los segundos comerán para vivir.

Las madres latinas entienden la crianza del hijo casi como el engorde del cerdo. No hay mayor tragedia para una de estas madres que su retoño no se críe rollizo, siendo la pregunta más frecuente sobre su bebé ¿cuánto te ha engordado esta semana? o ¿cuánto pesa ya?.
Cuando los hijos dan los primeros pasos fuera del hogar, la mayor preocupación de la madre es ¿qué comerán?. Como consecuencia, para una madre su hijo nunca está gordo, aunque habiendo crecido a lo alto todo lo que le correspondía, haya entrado en el crecimiento a lo ancho. Es un alivio advertir cómo tu madre te ve con los ojos adelgazadores, a modo de liposucción virtual. Todo reencuentro comenzará con la frase: ¡Hija, qué delgada estás!.

Cuando los hijos abandonan el hogar ignoran la semilla que lentamente ha ido germinando en su interior y desconocen la importancia de la comida en sus vidas; a partir de ese momento empezarán a valorar la madre-cocinera que dejan atrás. Empezarán un nuevo ciclo de vivir para comer, siendo en este caso ellos los cocineros. A veces se dan casos recalcitrantes, normalmente por la pereza, en los que el hijo se acopla permanentemente a la cocina materna con las más peregrinas excusas y la madre henchida de orgullo aceptará el juego de buen grado.

Nunca un acontecimiento familiar importante se queda sin un ágape asociado y en la memoria de todos perdurará el recuerdo de la comida por encima del motivo de la celebración. En estos casos la comida transciende los fogones familiares recurriendo a restaurantes que hacen la función supletoria de la madre, pero ¡ay de aquél que diga que las croquetas son mejor que las de casa! ¡más le valiera haberse tragado la lengua, ya que una madre perdona pero no olvida!. Algunos de estos lugares a fuerza de visitarlos terminan convirtiéndose en parte de nuestras vidas, tanto como la cocina materna.

Sirvan estas líneas para introducir la nueva sección de "vivir para comer" en la que encontrará cobijo todo relato relacionado con la comida y la bebida. Nace con la bendición de los dioses, ya que, en las sociedades en las que vivimos para comer no padecemos la obesidad de aquéllas que comen para vivir. ¡Por algo será! ¿Verdad adorado Baco?

Lula

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