¡Voy a ser banquera!

Me enteré por una amiga de la convocatoria de dos concursos de méritos para cubrir unas plazas de jefe de proyecto en el Banco de España, el mérito consistía en haber desempeñado esa labor durante un tiempo determinado, tres años para unas y cinco para otras. Tras un breve repaso de mi currículum, y teniendo en cuenta que exagerar no es mentir, llegué a la conclusión de que podía presentarme a ambas; así que reescribí mi historial profesional, hice las fotocopias de los documentos exigidos y me presenté en el departamento de RRHH con ánimo de rellenar los formularios y realizar así la preinscripción. Pero, ¡oh desolación!, hacían falta fotografías.

Dice el refrán que "no hay mal que por bien no venga" y empeñada en tomar por el lado positivo tan ambigua frase me fui a visitar a un amigo que trabaja en las inmediaciones. Tuve suerte, mi amigo me sugirió pedir en mi antigua empresa un certificado de la labor desempeñada, que favoreciese mis intereses. Pedí una cita para el día siguiente con la persona adecuada y me hice las necesarias fotografías. "Mañana tendré todo lo necesario" pensé.

En mi ex-empresa aceptaron mis teorías sobre la relatividad del tiempo y el margen de error admisible en su medida en función de las circunstancias y redactaron el certificado en consecuencia, pero cuando fui a recoger las fotos encontré un claro defecto en mi peinado, no es que pretenda ganar un concurso de belleza con una foto de carné pero no quería ser conocida en mi futura empresa como "la del cuerno".

Busqué otro fotógrafo y esperé 4 días, fin de semana incluido, para ver el resultado. No es que la foto me hiciera justicia pero valía y así fue como una semana después del primer intento conseguí entregar la documentación y me fui a casa con dos impresos llenos de sellos y firmas a vigilar vía Internet la publicación de las listas de admitidos y rechazados para entrar en el proceso de selección.

Casi un mes tardaron en salir y no figuraba en ellas el nombre sino el número del impreso y otro número que llamaban de identidad y que no se qué pretendía identificar. En la lista de admitidos a uno de los concursos figuraba el número de mi resguardo (¡bien!), pero entonces descubrí que mi resguardo para el otro ¡NO TENÍA NÚMERO! (¡soy tonta! ¡soy tonta!, …). Sigo viva porque no encontré nada con qué suicidarme dulcemente.

Al día siguiente a las 9 me presenté en la oficina de entrega de solicitudes donde me aclararon que era un error muy frecuente de la máquina numeradora de impresos, que no suponía ningún problema y que me llamarían por teléfono para darme número. Cuando salía pase delante del tablón de anuncios, vi que las listas allí expuestas tenían los nombres y me detuve a comprobar mis datos. En efecto, mi nombre estaba pero con otro número de identidad ¿Será normal este baile de números en un Banco?. Bastante sorprendida (digámoslo así) leí la lista de admitidos al otro concurso no fuera a ser que... ¡¡SÍ!! Mi nombre estaba en la lista. Volé de nuevo a la oficina donde comprobaron los datos y trataron de tranquilizarme, me temo que se me notaba que necesitaba la tila por vía intravenosa.

Aún hubo que esperar otro mes a las listas definitivas resultado de las reclamaciones a las primeras pero todo fue en vano tras tan largo proceso de preselección el tribunal seleccionó (a ojo, dedo o similar) a media docena de candidatos para proceder a las entrevistas y pruebas pertinentes. Por ahora no seré banquera.

Mabeco

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