El síndrome de Almería II
Aún me faltaban dos años para entrar en la tercera década y ya tenía mi vida encauzada. Había entrado en la fase de crecer y multiplicaros y ya éramos padres de dos hijos y uno en camino. Vivía de alquiler en una bonita y céntrica urbanización con piscina, disfrutaba de mi trabajo, en el que la penuria del salario era suplida por un aprendizaje continuo y por estupendos compañeros (a eso lo llaman salario emocional)....
