El prologuista
Es bien sabido que prologar un libro es, en cierta manera asumir su contenido, acercarse sin reparos al mensaje, ser, en definitiva, cómplice de lo que cada una de sus páginas encierra. Aunque aceptar escribirlo constituya, la mayoría de las veces, un motivo grato y honroso -se dice que prologar un libro es como apadrinar un niño-, siempre supone enfrentarse con alguna que otra dificultad. Una de ellas es el grado de amistad o la...