Voy a ser traductora

Fracasado mi intento de ser banquera (1) y viendo que la profesión que me había dado de comer los últimos 17 años me había dejado en la cuneta, busqué ávidamente algún estudio que me viniera bien para “lo de siempre” y a la vez me diera esperanzas de cambio.

Descubrí unos cursos de traducción en la Escuela Oficial de Idiomas a un precio a medida de mis ingresos y allí me presenté el primer día del plazo de preinscripción a solicitar que me admitieran en cuyo caso tendría que pasar sendas pruebas de acceso que una vez superadas me darían opción a matricularme, fácil ¿verdad?.

Llegó el día de la prueba para el curso de traducción de español a inglés, todos sentados con aspecto de gente seria oímos decir a la profesora que hacía falta un buen conocimiento de la lengua inglesa y que para darnos ocasión de demostrarlo nos iba a proveer de un texto en inglés del que debíamos escribir otra versión haciendo hincapié en quién lo escribe, para quién y con qué intención. El texto sería de la Biblia y estaría por tanto escrito en inglés “un poco antiguo” dicho esto se fue a buscar las fotocopias y aquí fue donde yo en un alarde de valor, contra toda lógica, me quedé.

Volvió con los exámenes pero sin papel para escribir lo cual propició que le llegara el otoño al cuaderno de la única compañera previsora. El texto consistía en una serie de letras muy conocidas agrupadas en lo que parecían palabras, lástima que la mayoría de ellas no tuvieran ningún significado para mí. Lo recorrí buscando una pista y tuve suerte, ¡allí estaba! “BABEL”, respiré aliviada porque sólo conozco dos historias de la Biblia, esta de la torre de Babel y la del diluvio pero, a la sazón, yo no sabía cómo se decía diluvio en inglés (2).

Ya sólo quedaba determinar quién escribía, para quién y con qué intención, teniendo en cuenta que mi exiguo vocabulario inglés sólo coincidía en los artículos con el del texto. Decidí escribir la conversación entre una madre y su hijo que vuelve del parvulario asombrado porque en su clase hay un niño que habla “raro”, con ese pretexto le cuenta la historia con un lenguaje a mi medida. No me negareis que de inglés iba un poco escasa pero valor e ingenio me sobraban.

No sé si fue por mi examen o porque no había suficientes aspirantes para completar el curso pero me admitieron.

Para el curso de inglés a español el profesor nos propuso hacer una traducción, nos advirtió que ya suponía que si supiéramos traducir no estaríamos allí pero quería saber cuan escaso era nuestro conocimiento. También en esta ocasión todos superamos la prueba.

Después de esto ya sólo quedaba formalizar la matrícula pero eso con cuatro colas y 300 Euros se solucionó. Ahora paso unas cuantas horas tratando de traducir bien al español y no traducir mal al inglés. En el primer caso discutimos cosas tales como si es mejor “dirigirse a” o “avanzaba hacia”, “flirtear” o “coquetear”. Mientras que el segundo le lanzamos a la profesora todas las preposiciones que se nos ocurren y que escoja, ella es inglesa y nos fiamos.

Mabeco

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(1) Ver “Voy a ser banquera
(2) Deluge.